Lluvia dorada

Llueve con rabia. Nada de esa lluvia sentimental en la que los malos poetas ponen a remojar sus sentimientos resecos, los mismos por cuyos textos siempre transita la carcoma y un amor dormido. Esta lluvia sería oro si la gente del campo no hiciera mucho tiempo que ha salido zumbando dejándolo todo en manos de quienes utilizan el campo como ocio, los únicos dispuestos a pagarles un retiro honorable.

En esta pequeña ciudad, que lo es desde Juan II, que fue lugar de mercado y servicios, de médico y juzgado, las lluvias de fin de año -menos que las de octubre que aseguran la otoñada, pero todavía mucho- alegraban el ojo y el bolsillo del campesino. Se notaba en las calles, en las tiendas: en cuanto comenzaba a llover se ponían a hervir. Sacos, cartuchos, mantas, zapatos, la vieja Troya cuando era un lugar de tratantes y no de turistas ansiosos, todo bullía.

Ahora es casi un fastidio si no fuera por las reservas de agua, que estaban exhaustas. La capital tenía caudal para unos cinco meses, no más. Pero bueno, ya corren los arroyos, se rellenarán los pozos y tendremos un buen comienzo de primavera, que aquí es muy temprana. Las naranjas engordarán un poco y ganarán algo de jugo.

Los madrileños comienzan a marcharse, con lluvia prefieren la ciudad y hay que darles la razón. El campo, lloviendo, es un poco cansino: largas veladas de chimenea mirando embobados el fuego o, para algunos peor, la cara de su mujer. Por la noche se consuelan montando festolines, cada noche en una casa diferente pero siempre los mismos, con los mismos canapés y los mismos maltas y gin-tonics. Alguna divorciada cortapichas, que suele emborracharse antes de las diez, y cuyo rollo matahombres aburre de puro sabido. Con lluvia todo va peor para ellos, parecen locos furiosos a punto de echar mano a las armas. No pueden jugar a la vida bucólica y es una frustración que arrastran pesadamente. Cualquiera sale a sentarse bajo los laureles y admirar la humilde violeta. La leña no arde y es un fastidio. Qué quieren que les diga, la vida del campo tiene estas cosas y otras mucho peores.