Canción de la chica triste

Lo sé, Dios sólo está clínicamente muerto

se recuperará y volverá al trabajo.

Mientras tanto, rezaremos

a la Química, a la Física y

a la Historia Natural y de la Sociedad.

 

En mi ventana no hay maceta

de flores.

Por la noche me toco el coño, y por la mañana

lloro las perdices.

El chasquido del látigo en la espalda

de un exhausto rocín nos dice que la guerra

aún no ha terminado.

 

Despacio, para no dañar las almas tiernas

de mis muñecas que yacen tiradas

en los rincones, ando de un extremo a otro

de la ventana. Todos me ven

los de fuera y los de dentro. Yo veo

sólo la negra seda de la tristeza.

 

Me pregunto si Dios ha perdido

la fe en mí, si se ha hartado de

mis tonterías. Por otra parte, sé que

a los ángeles no les gustan los tristes,

hay que pecar, no arrepentirse, ser alegre.

 

Que el diablo se emborrache en las tabernas

pueblerinas de mala muerte.

 

Esta noche han vuelto a matar perros.

Oh, los gritos y chillidos de los hijos de perra

me hacen llorar

y andar a cuatro patas.

Sólo una gran polla blanca

me podría taponar los oídos.

 

Vivo en un lugar que no existe.

Lo han inventado. Mediante decreto.

El resto de la gente cree en la existencia

de esta ciudad y podrían declararme loca.

Y es cierto. Pero una propaganda cuidadosamente

elaborada puede convencer a hombres

más cultos aún de estupideces más grandes

de lo que es nuestra pobre villa.

 

Me sentiría mejor no estando viva

en un lugar que existe. Del que la historia

puede dar testimonio en un tribunal de honor.

Representado por catedrales y tumbas

de grandes hombres.

 

Y mejor me sentiría aún en ninguna parte.

Bajo la tienda de algún sanguinario cazador

con adornos de hueso en el pelo.

 

La última noche soñé que subía

por una escalera de caracol

hacia un lugar alto. El sueño era bonito.

Pero la escalera no llegaba lo suficientemente alto.

Finalmente, cansada, volví abajo, entre los asesinos de perros

y profanadores de seres inmortales.

 

S. Basara