Carta de Portugal

Considera, amor mío, cuán excesivamente descuidado fuiste. ¡Ay, sin ventura de ti! Traicionáronme fementidas esperanzas y con ellas me engañaste. Una pasión en que cifrabas tan deleitosos proyectos sólo puede darte ahora una mortal desesperación, apenas comparable a la crueldad de tan lamentable ausencia. Y este destierro, para el que toda la fuerza de mi dolor no encuentra un nombre demasiado funesto, ¿ha de privarme para siempre de apacentarme en esos ojos donde tanto amor veía y que me hicieron conocer arrobos que me colmaban de contentamiento, que eran todo para mí, que llenaban toda mi vida?

Perdieron mis ojos en los tuyos la única luz que los animaba. Hoy sólo les quedan lágrimas, y no les doy otro empleo que el de llorar, desde que supe que te resolvías a una separación, para mí tan insoportable, que pronto me llevará a la muerte.

(…)

Mariana Alcoforado