El discurso

Me ha impresionado mucho. Dice que ha entendido mejor la fotografía de Alec Soth tras leer lo que él explica sobre sí mismo. No es nuevo: en lugar de la obra, el proyecto. Y su explicación, claro. Ese statement que debe acompañar toda obra artística, toda producción, como se dice ahora. Hace unos días lo caricaturizaba en el blog de Manuel Jabois con dos fotos: en una se veía una obra mediocre, palurda y tonta y en la otra un panel explicativo de las intenciones del artista. Todo en orden.

Las artes visuales, con su seidad, son un discurso en sí mismas, con características no compartidas por otros discursos. Por ejemplo el literario. Es bobo de puro sabido pero conviene recordarlo porque nos deslizamos por la pendiente. Un discurso ajeno no puede explicar otro, lo impide esa especificidad que mencionaba con otro nombre. Puede acompañarlo, servirle de contrapunto, incluso complementarlo, jamás explicarlo.
Del mismo modo que la pintura no puede explicar el discurso literario, el ensayo o la biografía no explican el discurso fotográfico. Malo de aquel arte que necesite apoyaturas para ser entendido, que haya necesidad de las muletas ajenas.
Aunque al final todas las artes, todos los discursos artísticos, concluyan en uno se trata de algo que queda muy lejos. Tan lejos que cada una ha de seguir su propio camino aunque caben pequeñas interferencias con las demás y por eso podemos decir que la pintura de fulano «es muy literaria» aunque sólo estemos mencionando el hecho de que incorpora demasiada descriptiva.
Todo ello es producto de la perversión de los tiempos, del igualitarismo como doctrina que todo lo engloba y resume: hay que ofrecer explicaciones para que nadie se quede sin entender algo.
Todo lo contrario: una obra visual que pueda ser tenida por valiosa no necesita de explicaciones. Sobran por completo y debemos permitir que hable a nuestra cabeza, a nuestra sensibilidad, por aquellos canales que le son propios, en este caso los ojos. Sólo a partir de los ojos podemos convertir los elementos sensibles de la obra en razonamientos, y eso tampoco es posible para todo el mundo, como por otra parte debe ser. Es este un territorio en el que los a priori no sirven de gran cosa y justamente todos los que, en su tiempo, se perdieron la obra de Rembrandt o Van Gogh lo hicieron por aplicarles razonamientos previos.
Que Alec Soth explique lo que pretende a lo mejor está bien pero eso no hace mejores sus fotografías. Ni siquiera más fáciles de entender.