Invitados en San Juan

A la mesa en la terraza de SJ, Arcadi Espada, mi hijo pequeño y algunos amigos cuyas caras se han borrado. Espero que, ahora que me conoce, Arcadi Espada pida disculpas. No en el sentido de pedir perdón -sería ridículo- sino excusándose con humor.

Para tomar el café hemos pasado a la gran mesa cerca de la chimenea aunque hace buen tiempo y está apagada. De pronto hay un milagro de la luz: el balcón entornado hace que la pared se convierta en el frontal de una cámara oscura y el jardín -la palmera, las glicinias, los naranjos que invaden la terraza- mueven sus hojas en el interior ante el pasmo de todos.
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Leo estos días una especie de libro memorialístico de Martin Amis, titulado «Experiencia». No puedo hablar mucho todavía pues ando por los dieciocho años de su edad y la preocupación por una dentadura de pésima calidad. La boca es el hombre y él lo sabe muy bien.
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Tengo comprado, pero no lo leeré todavía, «El niño perdido» de Thomas Wolfe, editado por Periférica, una editora de la capital que lleva Julián Rodríguez. Las referencias son muy buenas. Tiempo habrá.
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Llamada ayer sobre Irak. Un lugar en la frontera con Irán en el que existe una ciudadela del 4.500 AC. Mi destino en los próximos años puede pasar por allí.
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Cómo se ha enfriado el tiempo en unos días. Un sol brillante y unos cielos limpios que sacan brillos a las escasas hojas otoñales en un país de olivos y encinas. Sé de algún pintor que ya no existe que hubiera dado gritos de contento al ver esa filigrana.
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Tengo la manía atmosférica desde niño, cuando mirando por la ventana de mi habitación veía pasar las horas sobre los montes cercanos. Si uno simplifica su vida y la convierte en rutina lo atmosférico es un dato importante que nos hace saber cómo andaremos ese día y cómo debemos salir a la calle, qué gente encontraremos y dónde.
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Mareo por algunos foros fotográficos y participo en el debate sobre la obsolescencia programada y sus males. Siempre decimos lo mismo, más o menos. En realidad, internet es una especie de jaula donde hay muchos grillos, unos cantores y otros que muerden. Me entretengo en eso y en cambiar mi contraseña cada dos o tres días.