Tarde de Reyes

Arnold Newman, retrato de Stravinski

Velada musical en casa, anoche. Los hijos de Adolfo y Ana nos dieron un recital de violín y piano y, tras el convite, el chico -pianista- nos ofreció una pequeña jazz session. Cómo son de estupendos y qué bien tocan. Años hace que el Gaveau de la abuela no sonaba tanto y tan bien.

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Fueron días excepcionales en todos los sentidos los pasados en torno a la Nochevieja, junto al mar, cerca de Oporto, esa ciudad que lleva en decadencia un siglo y que aún mantiene una clase, un encanto difícil de entender desde nuestras ciudades. Uno pide que jamás se les ocurra españolizarse.

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La música, en España, es una profesión de ricos. Recuerdo a Jim Ferguson -de quien hice un retrato-, que era patrono en los USA de una fundación para ayudar económicamente a jóvenes con talento y escasos de dinero. Los enviaban a estudiar con los mejores maestros, por alejados o caros que fuesen. Cierto que allí hay una estupenda ley de mecenazgo pero qué hacer con esta chica de 22 años, que acabó su carrera con Premio Extraordinario y que disfruta de una beca de 1.200 euros por todo disfrutar. Ya ha dado conciertos con la Orquesta Nacional, de concertino. Qué más debe hacer para que alguien la envíe a estudiar con alguno de los grandes.

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Mi amigo Angel se pone estupendo en estas ocasiones y arranca bis tras bis, hasta que a los músicos se les cierran los ojos. Siempre consigue introducir el buen humor y hacer que la gente se sienta bien, algo que parece sencillo pero no lo es.

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Javier, nuestro barítono de confianza, debió marcharse a medio convite porque tenía un compromiso en el Club Taurino local, que organizaba baile con chocolate y churros. La Fiesta Nacional goza de excelente salud en este pueblo que fue ciudad desde Juan II.

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Luis, excepcional pianista, alumno del gran Esteban Sánchez, estuvo también en el convite pero no era su velada y es un hombre discreto y respetuoso. Nos dará su concierto en Marzo y espero pedirle alguna pieza de Chopin, en cuya interpretación resplandece.

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Ya sólo faltan los dos primos Sanz, historiador y arquitecto respectivamente. Unas vidas ligadas a la mía desde que eran prácticamente niños y por quienes siento un gran afecto.