Memento mori

 

Y luego llegó el tiempo detenido. Llegó de repente, cayendo pesadamente como una inmensa gelatina invisible que se hubiera desprendido del techo, inundando el aire de una languidez marítima y de revoloteo de insectos; el tiempo detenido, entumecido y descoyuntado, con su inercia y su automatismo, su pasado perdido y su futuro muerto. Era como si estuviera vagando por un mercado interminable, pululante, podrido y terminal después de un año de noches insomnes.