Una puta y un gato capado

 

 

 

Dice el diarista trepa que podría haber una trama López por el retrato de encargo a Cascos y por las cabezas de bebé de Atocha, encargadas por el mismo cuando era ministro de Fomento, y eso me recuerda a aquel dicho castizo de que cuanto más puta más escrupulosa, yendo lo de puta -naturalmente- por el diarista.

Es escandaloso que quien ha hecho todo por medrar -por medrar un poquillo-, haya traicionado a tanta gente y metido en tantos circos se tire de los pelos porque un señor, que tiene derecho a ello, encargue su retrato oficial a quien le parezca, libertad que le conceden las condiciones legales del asunto. Si Cascos tiene el acierto de pedir que su retrato lo haga Antonio López sólo puede haber dos cosas: o tiene un gusto educado o tiene quien le aconseja bien. Ambos casos son válidos.

En cuanto a lo que el diarista violetero opina sobre las cabezas de Atocha más vale hacer caso omiso, toda vez que a mí tampoco me gustan esas cabezas aunque -estoy seguro- por razones opuestas a las del cíclope leonés. No daré las mías para que no aprenda, que en eso es rápido. Tanto como aquel que, al comienzo de la jornada no sabía pescar y por la tarde daba lecciones a su enseñante.

Y es que al inmenso diarista no se le puede dejar solo porque es de los que brilla cuando tiene alguien al lado, como la garrapata que sólo engorda cuando está bien agarrada y chupando. Ahora creo que anda por otros derroteros: que se vayan tentando la ropa que ya les diré yo algo dentro de unos años.

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Se hace raro no encontrar cada mañana a J. en la esquina del Hospitalillo tomando el sol en los huesos. Han desalojado la casa, que era de alquiler, e hija y nietos se han ido con la música a otra parte. Una muerte muy descansada, bendita sea.

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El pueblo anda muy alborotado porque hace calor y la piscina pública sigue de obras. La hicieron sobre un venero de agua y reventó desde el principio. Obras de reforma, dinero gastado, que no ha servido para nada hasta la fecha. Y ahora, con la crisis, empresas que contratan y abandonan las obras. Ya hay quien se afila los dientes, como los Baka de la selva tropical.

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Al gato lo han capado, digo lo han porque han sido hechos consumados llevados a cabo por las mujeres de la casa. Se ha quedado apocado, deambula como una sombra gris despersonalizada, buscando el silencio y los rincones oscuros. Me resisto a ver una trama freudiana en el asunto.