Leo en la columna semanal de un amigo una cita de Kipling que me encanta: Al éxito y al fracaso, esos dos impostores, trátalos siempre con la misma indiferencia.

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Vivimos en la incertidumbre, siempre a la espera de que algo suceda. Sólo unos cuantos locos se atreven a pensar en posibilidades distintas. Y digo locos porque, para que algo así fuera realizable, uno debe estar seguro de que el universo se rige por leyes fijas. Y es que todo plan requiere de un planteamiento lógico que permita anticipar el resultado. «Si camino en línea recta, llegaré a aquel punto» piensa quien tiene una concepción aristotélica del mundo. Pero quien se mueve en un universo ilógico, no euclidiano, sabe que la cadena de acontecimientos no funciona así.

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La maldad siempre es egoísta y, en último estado, carente de unidad.

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Pocos guiones tan maravillosos como el del comunismo y tan desastrosos en su puesta en escena.

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Lecturas recuperadas de Yasunari Kawabata y de Junichiro Tanizaki, autores a los que no leía desde joven, cuando estaba fascinado por ese mundo, bajo influencia de FZ. Era un tiempo en el que me gustaba leer mientras sonaba en el tocadiscos vieja música para sakuhachi.

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Voy llenando una libreta de apuntes de paisaje a lápiz grafito. Libreta que se interrumpió hace unos años y que vuelve a respirar ahora.

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La noche del sábado fue espantosa. La casa entera crujía como las maderas de un barco sometido al temporal. Terminó entrando agua por una ventana que no cierra bien. Es tan difícil sellar estas viejas casas.

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 Su último saludo en el escenario.