Vida propia

 

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Sorpresa por la renuncia del Papa. Hace ocho años hablaba yo con un amigo ya fallecido, deán de una de las catedrales de la provincia, con el que tuve suficiente confianza como para preguntarle si veía con buenos ojos la elección de Ratzinger, siendo como era el máximo responsable de la ortodoxia católica y azote de los teólogos de la liberación.

Se paró en seco y me dijo: «En la Iglesia todos los grandes reformadores han sido conservadores en su origen». Aquello me dio que pensar. Después he visto a este anciano al límite de su vitalidad enfrentarse a problemas muy serios o desproblematizar otros como el uso del preservativo en África, relativizando el asunto y dejando de poner el acento sobre el tema.

Poco a poco han ido apareciendo por casa los libros del Ratzinger teólogo, incluyendo su Escatología, que ahora tengo sobre la mesa en la que escribo estas líneas. Desde sus libros se pueden entender cosas como su actual renuncia o su polémica con su amigo del alma, Hans Küng. Se va un gran Papa pero también un gran intelectual.

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Los días pasados, a pesar del frío, aparecía cada día un sol de invierno, de un dorado más frío de lo habitual, que iluminaba a ciertas horas las partes altas de las casas y las chimeneas de los palacios. Resultaba inevitable pensar en Elstir y su contemplación de la vista de Delft, salvo por el hecho de que esta ciudad no ha conocido pintor capaz de captar esos matices.

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Te preguntas si no eres la sombra proyectada en una pared triste de todo lo que fuiste en otros tiempos.

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Es mucho mejor un enemigo declarado que un amigo falso, por razones obvias.

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Resulta imposible llevar a cabo acciones malvadas en nombre del bien común sin que éste se deteriore, contamine y corrompa por lo que se ha hecho en su nombre.

¿Cuánto mal puede cometerse en nombre del bien antes de que se convierta él mismo en mal?

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Subo al estudio y aprovecho las horas de buena luz cuando no hay otras cosas más perentorias que retengan mi atención. Me siento feliz entre los potingues, buscando matices y construyendo cosas con las manos. Manos que guía la cabeza pero que también parecen tener vida propia en algunos momentos.