Agua va

 

Patosabc

 

 

Pasan unos minutos de las cuatro de la tarde y ha caído la luz. No es posible seguir con el trabajo. Se ha puesto a llover y las cosas empeoran, así que toca renovar entrada en el blog y echar la tarde leyendo.

Hace unos días -el lunes pasado- cuando viajé a la capital para asistir a la celebración del fin de las obras en Santa María, las bajeras de los campos estaban encharcadas y el arroyo del Marco venía aventado, reventando imbornales e inundando la parte final de la ronda. Qué manera de caer agua, sin descanso.

Lo peor nos pilló junto a la chimenea de una vieja mina abandonada, cerca del campo de golf. Llovía en horizontal y los pequeños paraguas sólo evitaban que nos mojáramos las cabezas. La visita duró poco y terminamos en la cafetería de la ITV, tomando unos cafés para entonarnos.

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Cuando se da comienzo a algo conviene pensar sólo en el éxito pues el fracaso se ocupa de sí mismo.

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No es importante quién apaga la luz: de todos modos nos quedamos a oscuras.

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Una biblioteca abundante es prueba de que su dueño cree que la verdad del mundo está escondida en los libros. Según él, sólo hay que ser capaz de leer los suficientes y que sean los adecuados.

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Dan por la tele que unos veinte mil jóvenes han organizado un botellón en Granada. Aparecen imágenes lamentables. Individualmente, ninguno es culpable de nada pero todos juntos escenifican la ruina moral de nuestro mundo.

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Me pareció divertido, lo escuché hace unos días. Venía a decir que mientras Roma mantuvo sus valores matando bárbaros y ensanchando las fronteras del imperio, fue grande. Cuando, hartos de guerrear, se dedicaron a comer, beber y fornicar, se los tragaron los bárbaros. No es exactamente así pero es un resumen plausible.

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El director de un museo de arte moderno es una autoridad sólo en las dictaduras. Entre nosotros es un hombre de paja de galeristas y marchantes. Todos saben que no van a durar más que unos años y que después tendrán que seguir viviendo del asunto, así que se limitan a cumplir con su cometido principal: comprar obra para el Estado. Es decir, subvencionar a galeristas y marchantes.

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Le digo que el problema no es cuestión de estilo sino de espacio. Los espacios del arte moderno llevan configurándose un siglo, preparándose para exhibir un arte muy alejado del que ella hace. Ahora ni siquiera es cuestión de alojar pintura sino instalaches. Es decir, aunque el director del museo fuera un santo y le comprara una obra, no podría colgarla.

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Seguramente pensarían que es naif, que no ha llegado a comprender nuestro tiempo. Lo exacto es que le ha dado la vuelta desde aquel primer trabajo conjunto -una obra conceptual- expuesto en la galería Juana de Aizpuru de Sevilla en 1973. Desde entonces, como al principio de la entrada, ha caído mucha agua.