La visita del amigo

 

qrwe

 

Tenía que recoger unos papeles y no esperaba encontrar allí a quien fue amigo querido durante tantos años. Debajo de los papeles había una carpeta con obra antigua mía, de la que no se espera volver a encontrar. Puse todo en la carpeta y acompañé a mi amigo hasta su casa. De lo sucedido entre nosotros no hablamos, aunque me bailaba en la lengua hacer mención de ello. Si él no quería hablar y daba todo por zanjado por qué no iba a hacerlo yo. No había ocurrido nada entre nosotros de un modo personal y directo.

Vivía ahora más que modestamente, en un piso del extrarradio de Madrid. El suelo era imitación de baldosa hidráulica, la que está tan de moda ahora cuando fue en origen un modo barato de ponerle suelos a las viviendas populares. Parches y remiendos por todas partes y en la habitación que hacía de dormitorio y estudio, dos camastros que pudieron estar en algún hospital de campaña durante la guerra. Una mujer muy anciana parecía ocuparse del bienestar de mi amigo pero la impresión fue de que se encontraba muy enferma y más bien para ser ella quien recibiese atenciones. Lo tomé de los hombros en un gesto afectuoso que deseé entendiera y lo saqué de allí con el pretexto de tomarnos un café o comer algo.

Era noche y el barrio estaba poco iluminado. Recordaba a cualquiera de esas novelas de Simenon cuya acción transcurre en alguna oscura provincia. Bares destartalados y un olor a fritanga rancia que me cerró por completo el estómago quitándome las pocas ganas de comer. Terminamos por encontrar un local algo más apacible y en él, charlando y tomando cafés, nos sorprendieron los primeros rayos del día.

-Quiero enseñarte una cosa, no creas que el barrio está desprovisto de bellezas de las que pueden interesarte.

Subimos en su moto, una pequeña scooter, y me llevó hasta el lugar en el que terminaban las casas y daba comienzo el campo. Primero atravesamos barbechos y luego dimos en una de esas cárcabas provocadas por la lluvia que terminan haciendo breña y desfiladero. Por debajo circulaba un agua con apariencia de limpia y bien oxigenada.

-¡Qué me dices de esto! He pensado que te gustaría.

-Es muy bonito, tal vez tome algunos apuntes y vuelva por aquí a pintar aunque este terreno le corresponde más a Antonio que a mí. Pero dudo que él, tan metido en sus arquitecturas urbanas, sienta interés por este lugar.

Bajé con cuidado hasta el río por una pendiente peligrosa y falsa. Él quedó arriba, sentado mirando el paisaje. Abajo, el agua estaba muy transparente, y pensé que allí debían vivir algunas truchas. Un pez de pequeño tamaño, que imaginé alevín, pasó muy cerca y pude mirarlo pero, aunque me costó distinguirlo a primera vista, vi que era una boga, que también gusta de las aguas claras y oxigenadas.

-Buen sitio para tentar a las truchas con unos lances -pensé, pero no tenía aparejos.

Al rato me sacaron del ensimismamiento las voces de unos niños que avanzaban chapoteando por el curso de agua. Adiós tranquilidad, ya era momento de salir de allí pero no calculé la subida en el momento de bajar. Me fue imposible hacerlo por la resbaladiza pared por la que descendí. Pregunté a los chicos y me indicaron, río arriba, las ruinas de un batán y cómo, por el azud, tal vez pudiese trepar si andaba ágil. Les pedí ayuda pues mi forma física ya no es la que fue. Me ayudaron a trepar la pared del molino y, dando un rodeo, regresé donde me esperaba el amigo.

Montamos en su moto y volvimos a ver las primeras casas de Madrid. Cuando paró, ambos sabíamos que no volveríamos a vernos, que era la última vez. Aunque él y yo nos vimos embarcados en aquella historia, las cosas fueron lo bastante graves para hacer imposible en el futuro cualquier trato. Nos dimos un fuerte abrazo con el que, estoy seguro, tratamos de decirnos que el viejo afecto seguía vivo y nos separamos.

*

Al despertar me pregunto por qué me ha visitado en sueños. Uno de los dos se está despidiendo y siento un dolor en lo vivo, por un futuro que ya no será y por un pasado que estará ahí, despertando sentimientos heridos y crueles al tiempo.