Viajero con dos maletas

 

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Según E, habitualmente bien informada, tras la revuelta militar contra los Hermanos Musulmanes en Egipto están los coptos, que forman la élite intelectual y económica del país aunque sean minoría y carezcan de organización política. Pasaron por que gobernasen los de Mursi, convencidos de que era un mal menor hasta que comenzaron los asesinatos y quemas de iglesias cristianas.

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Tras el mostrador está la mujer que fue niña en el campo, con los mismos ojos oscuros y grandes. Ninguno de los padres fue guapo pero ella era una rara flor, tan natural y hermosamente bella porque revelaba la grandeza de Dios, que regala ese bien a los seres humanos para que la nostalgia de su presencia exista en el mundo. El reto era cuánto duraría el regalo pues, si no existen flores cultivadas que puedan competir con las naturales, no es menos cierto que se agostan enseguida, inspirando en nosotros sentimientos encontrados.

Dejé de verla cuando se marchó al pueblo y la encontré mujer y casada, con unos niños a los que no conozco. La miro sin ser advertido y pienso cuánto queda de la niña de ojos desmesurados, menuda y ligera, que todo lo miraba como si con ello le otorgase la vida, en esta mujer que sonríe y pregunta por la familia. Jugaba con mi hijo, también niño, y causaba admiración tanta delicadeza en una vida tosca y dura. Antes de entrar en la adolescencia, la madre la sacó del campo como era costumbre. El aislamiento no era un buen medio para una niña, entre padre y hermanos.

Los padres murieron y fueron infelices en sus últimos años. De los hermanos sólo uno sigue en el campo, haciendo de pastor y criado para un fulano que se hizo rico vendiendo paella a los turistas en la Costa Brava, a mil pesetas la ración. Su padre fue recovero en la zona y él ha ido comprando las fincas por las que aquel pasaba recogiendo los huevos para la venta.

Es bueno que la propiedad y el dinero se muevan, cambien de manos con las generaciones. Sucede siempre así sin necesidad de revoluciones y de abuelo rico, nieto pobre. Lo contrario es aberrante y por ello monarquía y aristocracia apestan. Tienen razón quienes gritaron en la capital ¡El próximo recorte será con guillotina! No es agradable verles sacar pecho de nuevo y crear esos gobiernos en la sombra que tanta influencia tienen en la política del país.

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En nuestro tiempo, tras los planteamientos posmodernos -conviene remontarse atrás-, dos neurosis dominan la existencia humana: el derecho a ser conocido y a no envejecer. Ambas enfermedades del alma han hecho cuerpo a través de los medios y es frecuente ver mujeres que son abuelas, con los dientes limados y carillas de porcelana haciendo una dentadura perfecta, propia de muchachas de veinte años. La hinchazón de la boca es tal que ya no puede llamarse así con propiedad, pasando a ser morro. Son muy raras las mujeres de más de cincuenta años que no prueban los pinchazos botúlicos y frecuentes las del arreglo lipoescultural, algo que Friné no necesitó para deslumbrar a los atenienses. Una belleza cosmética, adinerada y falsa, que sólo tiene cabida en los mundos artificiales.

En cuanto al miedo a la muerte, se extiende también a la enfermedad. Nadie quiere aguantar dolor y tiene su lógica: si no hay creencias, carece todo de sentido y la eutanasia o el suicidio acaban teniendo un espacio propio en la vida de las personas. El pánico a sufrir llevó a J. a volarse la tapa de los sesos. Lo paradójico es que estaba curado y no sufría en absoluto.

No somos protagonistas de nuestra muerte, no es algo que podamos sobreactuar o encontrarle su justa medida expresiva. En realidad estamos en los dos lados de la escena y ninguno de los papeles conduce al aplauso. La muerte de los seres humanos es miserable, triste y mezquina salvo que sea un rito de paso, un tránsito entre dos realidades. Por eso carece de sentido que un ateo se prive de una muerte por su mano. Apagarse como una vela para qué con esos pensamientos.

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Es inevitable que alguien de mi edad se pregunte por la bula que se otorgó al comunismo para no ser juzgado ni castigado por sus crímenes. Los cien millones de muertos que se le adjudican superan en mucho a los ejecutados por otras ideologías. «Los pobres siempre tienen razón» -se decía en mi juventud. Mentira, sólo la tienen cuando la tienen y, al igual que en todos los casos, conviene usar bisturí fino para deslindar la charca.

Decía Chomsky que todo consiste en crear una batería de temas políticamente correctos y hacer que la gente debata mucho sobre ellos. Eso garantiza la ilusión de libertad y mantiene entretenido al personal. Resulta útil analizar cuáles son esos temas en nuestro tiempo.

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La democracia es una mera estadística donde los menos capacitados ganan siempre a los inteligentes sin hacer nada para merecerlo salvo el que les hayan otorgado tal poder.