Un Velázquez sin flema (6)

 

File 31 copia

 

¿En qué consiste, pues, la flema velazqueña? Sabemos que dejó sin terminar cuadros que, para nosotros, son extraordinarios. También que abandonaba otros que fueron terminados bastante tiempo después.

Habitualmente se ha atribuido este rasgo del genio a las imposiciones propias de su trabajo en la Corte (aclaro que por aquellos que no creyeron en la supuesta flema). Puede que haya algo de cierto en ello pero no explica del todo la manía de abandonar obras apenas esbozadas o sin terminar. Para algún pintor moderno, con filiación abstracta, sería más bien el etcétera que no vale la pena terminar porque no añade ni molesta. No estoy de acuerdo con esta interpretación ya que no hay valor en esa actitud pictórica en el tiempo de Velázquez sino todo lo contrario.

Para mí las obras abandonadas son, en el caso del pintor de pintores, la más cumplida expresión de un ojo y un juicio pictórico tan poderosos que pueden percibir todos los problemas con mucha antelación así como la imposibilidad de darles respuestas que estén a la altura auto-exigida.

*

Como creo que habrá quedado claro a lo largo de estos textos, no es correcta la lectura de la obra velazqueña como impresionismo avant la lettre. No hay la menor duda de dónde buscar la filiación pictórica de nuestro primer pintor. En otras palabras: no es correcto imaginar su proceso pictórico de un modo similar al de Manet -por ejemplo- pero con mayor maestría y perfección en tonos, valores y proporciones. Velázquez puede pintar alla prima mejor que cualquier impresionista pasado y presente pero lo habitual en él es proceder por etapas.

Etapas que en ningún caso hay que concebir como una acumulación de pintura más o menos arbitraria o en pos de una materialidad desvinculada del proceso de visión de lo real. Siempre sabe a dónde va y qué debe hacer primero para poder hacer lo que sigue. Su inteligencia pictórica no tiene parangón y debe tenerse presente que dicha inteligencia pictórica se demuestra a lo largo del proceso mental y manual al que llamamos cuadro, obra, pintura o como se quiera.

Pero una pintura tan meditada, tan sabia, tan poco de echarle horas lamiendo con el pincel, lleva mucho tiempo. Hay que dejar secar algunas zonas para continuar en fresco sobre seco o, por el contrario, ir del tirón en otras para llevarlas del primer esbozo al acento final, sin pausas. Hay que tratar de ver lo que cuadros tan complejos como Las Hilanderas o Las Meninas conllevan en su ejecución. Mirar detenidamente la superficie pictórica, leer los gestos, las acciones, los manejos del material pictórico, es asistir a un verdadero milagro, a un festín visual. Desde la gota de aceite que hace bien y ahí se queda, de primera intención y apenas cubierta la imprimatura, hasta la trabazón incomprensible de pinceladas con direccionalidad aparentemente absurda.

Así pues, cuando Felipe IV escribe que no está dispuesto a someterse más a la flema de Velázquez, lo que quiere decir en términos comprensibles para otro pintor es que el sevillano tarda demasiado en acabar las obras. De otro modo: se sabe cuando empieza pero no cuando acaba. El Rey Planeta se siente cansado, viejo y entristecido por tanta muerte y no es consuelo someterse al ojo soberano de un genio que piensa, calcula, proyecta y lo mismo parece que va a acabar de una sentada que en cuatro semanas apenas ha rozado dos veces la tela con el pincel. Hay que entender que posar debía parecerle un tormento.

 

 

File 9 copia

 

 

File 12 copia

 

 

File 16 copia

 

 

File 17 copia

 

 

File 43 copia