La duda en serpiente

 

98798

 

Llevamos muchas personas dentro, buenas y malas. Hasta ahí estamos dentro del tópico. Lo misterioso es por qué, ante ciertos prójimos, suele aparecer siempre la misma, como si el resto del baúl estuviera cerrado para ellos.

*

Hace muchos años que no leo a Benjamin pero anteanoche me gustó esta frase suya: Ni los muertos están seguros ante los vencedores. Se refiere, claro está, a los vencedores.

*

Nunca había sido tan feliz ni me había sentido más libre a la hora de pintar. Cuando quitas todo lo postizo (agentes externos, egolatría, necesidades psicológicas y económicas, vanidad, veleidades comunicativas, ansias de demostrar algo a los demás…) te quedas solo frente a tu interés real en la pintura y eso de lo que teorizabas hace cuarenta años sin disfrutarlo (el placer de pintar) aparece sin ser llamado.

En mi caso se trata de un retorno al primer impulso infantil, anulando todo lo sucedido después. No lo tomes a mal si digo que ahora soy el pintor que quise ser.

*

El estudio tiene un gran ventanal por el que entra la luz arrollándolo todo. Es como estar al exterior. La vista abarca la torre de San Martín y las traseras de San Carlos, las dos torres de Santa María y la mayor parte de San Francisco.

Como el color es un asunto de luz, la ciudad pasa de un tono garbanzo crudo en los días plomizos al dorado glorioso de las tardes azules.

Al otro lado el caserío se funde en campo y las mañanas transparentes me dejan ver las pinceladas blancas, sueltas y vagas, a lo Velázquez, de los picachos de Gredos.

Ciertos días entra una luz tan fuerte que tengo que domarla con un estor blanco. Los pintores antiguos usaban papeles aceitados, translúcidos, para matizar la luz intensa.

*

Me he divertido leyendo la última novela de Armas-Marcelo, Requiem Habanero por Fidel. El protagonista, un revolucionario convencido y ahora taxista gracias a los servicios prestados, se mueve en una ciudad –La Habana– tan fascinante como espesa. Es un Leopoldo Bloom desnortado y tropical, con problemas de identidad y enamorado de su psiquiatra. Arrastra dudas y frustraciones página tras página, en un monólogo que el autor lleva a puerto con un ritmo y tensión que no desfallecen. Muy recomendable.

*

Velázquez fue jefe de lo que hoy llamamos empresa familiar y peleó dura y brillantemente por el bienestar de todos ellos. Se han publicado recientemente documentos relativos a su actividad como homo economicus y rentas inmobiliarias pero todavía no los he leído.