Mucho garbo

 

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Expectación por la nueva serie de Guillermo del Toro. La gente la recomienda y parece que no puedes perdértela. La miro y no falla: sale el calamar que chupa la sangre y le come las entrañas al personal. Calamares o mantis religiosas, más o menos en su tinta. Hay que tener mucha imaginación.

¿Por qué no se dan cuenta de que el miedo desaparece en cuanto te enseñan el monstruo? Estamos hechos de esa pasta: nos da miedo lo que no vemos. Tenemos una imaginación muy poderosa y somos capaces de echarnos a temblar ante la sospecha de que algo peligroso nos acecha pero, como le veamos la cara, lo que puede provocarnos es una risa tremenda.

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La foto del periódico es muy expresiva: cinco ilustres galápagos posan ante un lamentable dibujo del pintor Zabaleta. Todas las miradas se dirigen a las rayas como si presenciaran la Epifanía.

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¿Se puede crear un ejército fantasma de un millón de hombres? Juan Pujol –Garbo como nom de guerre– lo hizo y engañó al mismo Hitler. El procedimiento supera cualquier cosa que la cabeza de un novelista haya inventado hasta la fecha. Nunca sabremos cuántas vidas salvó con su mentira pero debieron ser muchas pues el grueso del ejército alemán esperaba el ataque por Calais y no por Normandía, aunque el olfato del Monstruo no había fallado: hasta pocos días antes del desembarco aliado estuvo convencido de que el lugar elegido serían las playas normandas. De ahí el extraordinario mérito de Pujol.

Mientras los alemanes escogían a sus agentes entre personas con mentes lógicas y racionales, los servicios secretos británicos eran un sindiós de escritores de novelas policíacas, dramaturgos y artistas sin futuro. Sabemos quién ganó.

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En Guernica se ensayó por primera vez el bombardeo de poblaciones sin valor estratégico, con el propósito de aterrorizar a sus habitantes y desmoralizar a los combatientes pues un soldado pelea mejor cuando sabe segura a su familia. Hubo pocas víctimas pero tuvo un Picasso para conmemorarlo.

En el norte de Francia, en lugares como Le Portel, los aviones aliados destruyeron pueblos enteros –con su gente– sólo para confundir al enemigo. Picasso no debió enterarse o sólo trabajaba por encargo.

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La vida parece consistir en el intento de escribir la novela de una batalla en medio de la misma.

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Me gusta y me lo quedo. Tres clases de personas: las que hacen que pasen cosas, las que ven que pasan cosas y las que no saben lo que ha pasado.

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Termino la entrada apropiándome de una frase oída en la homilía del sábado pasado: los Demonios son quienes más creen en Dios. Y añado que es seguro pero que siguen muy de cerca los ateos militantes, aquellos que invierten tiempo, dinero o palabras en tratar de convencer a los demás de la inexistencia de Dios. Tan seguros están de que existe.