En las barricadas

 

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Lo peor que podemos hacer unas personas con otras es no permitirnos el recuerdo.

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Muchos viajes y el blog atrasado. Viajes por la región, mirando cosas que has visto a lo lejos, desde la carretera, y nunca tuviste tiempo de parar y dedicarles atención. En la más grata de las compañías.

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Es duro, hay que tener las entrañas muy frías y no llego a tanto. Ver en el FB a un muchacho al que conoces desde que su madre se quedó embarazada y no poder dirigirle la palabra por cosas que pasan entre los mayores. Ay, la familia; la más sagrada y antigua de las instituciones pero qué exigente a veces.

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Realmente nunca hubo politeísmo sino un mismo Dios con diferentes nombres. Las religiones del Libro, herederas de Akenatón por vía de Moisés el Egipcio, abolieron los nombres y no la creencia. Nuestro padre común, Abraham, nunca supo a quién estaba ofreciendo su hijo en sacrificio.

Las cosas no existen si no son nombradas. En la vida de los aborígenes australianos, antes o después, llega el momento de nombrar las cosas de nuevo para que no desaparezcan. Tiran la ropa o el mono de trabajo y –desnudos– echan a andar aparentemente sin rumbo fijo. Van nombrando y recorriendo el camino de la tradición. Ellos lo llaman, en versión Chatwin, Los trazos de la canción. Cumplido, pueden volver a embrutecerse con el alcohol o malvivir una existencia que no es la suya. Su misión está hecha y lo demás carece de importancia.

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Toda la materia del universo cabe en la cabeza de un alfiler. El resto es vacío e ilusión. Hay más Nada que Algo. Los átomos de la mesa en la que escribes, melón, se están burlando de ti; esa materia a la que atribuyes poderes está partiéndose el pecho de tanto reír. ¿Quién es la víctima de una patología? Discúlpame, tal vez sólo sea pretenciosidad e incultura lo que padeces y eso se cura.

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Acostumbramos a pensar que amistad, obediencia por respeto a la voluntad del amigo y lealtad, caminan siempre juntas. Es el mayor riesgo que corremos.

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Como parte de nuestra formación nos enseñaron a enfrentarnos al presente y a proyectar el futuro. Está bien pero necesitamos saber qué nos ocurrió en el pasado.

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La nostalgia es letal pero no mata en el acto.

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Seguramente no podrán quitarnos lo bailado y serán incapaces de quitarnos lo llorado.

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No se conoce todavía un líder comunista que, instalado en el poder, no haga lo contrario de lo que prometió en las barricadas.