No hay nadie como tú

 

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De la pomposidad de De Gaulle dan cuenta algunos hechos: presenta a Francia como nación vencedora, pretende descuartizar Alemania y un reparto equitativo de la cuenca industrial del Ruhr. Después invade con su ejército de cartón-piedra el Valle de Aosta y, ante el enfado de los británicos ordena la retirada a a calzón quitado. No satisfecho se posiciona en Siria de donde es igualmente expulsado por los británicos. Ya sólo le queda el pataleo y lo monta: ha de entregar a Eisenhower una de esas medallas muy importantes y le pide que no venga a París en compañía de británicos. El norteamericano contesta de inmediato que los generales tal y tal son aliados y colaboradores y lo que sí va a ocurrir es que, si tanto molestan sus acompañantes, será él quien no vaya. De Gaulle se traga sus palabras pero no aprende nada porque al poco tiempo viaja a Norteamérica en busca de ayuda económica (Francia no tiene alimentos más que para un par de semanas) y explica a Truman cómo trocear Alemania, qué debería quedar en manos de Francia y cómo debían abonarse las indemnizaciones por daños de guerra, a lo que éste responde que la paz duradera sólo es posible con soluciones financieras pues sabe qué permitió llegar a Hitler al poder y tener el apoyo de la mayor parte de los alemanes. Es entonces cuando De Gaulle explica minuciosamente a Truman por qué la visión francesa de la Historia no es tan simplista como la norteamericana. Truman debió escuchar el sermón pensando que quien venía a pedir se permitía aparentar que estaba dando, en este caso consejos que nadie le pedía.

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Mientras tanto, en Francia, se estaba procediendo a una tremenda caza de brujas, no siempre justificada, bajo el lema Depuración, dirigida principalmente por los comunistas de Thorez, que ya estaba instalado en un palacete en Choisy. De Gaulle sabía que estaba obligado a entregar carne humana a los comunistas pues estos no sólo decían que durante la Ocupación sufrieron 75.000 muertes (parece que la cifra total de muertos que se acepta actualmente para todo el país fue de 29.000, que tampoco está mal pero sí muy alejada de lo argumentado por los seguidores de Stalin) sino que mantenían las armas y la organización bien engrasada durante la Resistencia. Enfrentarse abiertamente tal vez hubiera supuesto una guerra civil o, al menos, un baño de sangre entre compatriotas.

Juicios como el del escritor Brasillach fueron auténticas farsas, con un jurado compuesto íntegramente por comunistas, además de jueces y fiscales que habían jurado obediencia al gobierno de Vichy. Se le condenó a muerte no por lo que hubiese hecho sino por lo que escribió, es decir, por delitos de opinión. En realidad tras aquellos juicios cuyo veredicto ya había sido determinado en L’Humanité (el periódico oficial del comunismo francés) estaban Louis Aragon y Elsa Triolet, su compañera. Ellos y unos cuantos ilustres vanguardistas más, miembros del Partido Comunista, eran los verdaderos jueces. La historia da para largo y continuará.

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¿Qué le dices a un amigo cuyo padre acaba de morir? Te quedas en suspenso porque las verbalización de sentimientos hondos no es posible en el instante. Entonces acuden en tu ayuda las frases de condolencia habituales, las acuñadas por la costumbre, y las dices sabiendo que no expresan lo que estás sintiendo en ese momento. Cómo te gustaría transmitir consuelo y fuerza al amigo doliente así, al instante, para que el dolor pase cuanto antes aunque sepas que tiene su proceso, su tiempo. Un abrazo, un apretón de manos dicen mucho más y es en estos momentos cuando ves que es cierto que el cuerpo es más sincero que la palabra.

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Puede ser que me repita porque no suelo leer lo ya publicado. Me viene a la memoria esta tarde, antes de la misa de difuntos y sin que guarde relación alguna, la imagen de Sorolla subido a una escalera de mano, armado de una lupa potente y examinando con todo detalle los Velázquez del Prado. Aprovecha, claro está, que su amigo y retratado Aureliano de Beruete, pintor mayormente paisajista, es director del Museo. Y el maestro del sol en la pintura hace su traducción de lo que ve a los medios pictóricos de su tiempo, que no son los mismos que los habituales en la época de Velázquez.

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