Al galgo le falta un brinco

 

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Un apparatchik ha de escorarse, necesariamente, más hacia el Lenin español que del lado del profesor de filosofía. El socialismo patrio pareció haber enterrado definitivamente a Largo en favor de Besteiro pero la serpiente –mito solar– revive con la primavera. Y no hay ningún Willy Brandt dispuesto a degollarla.

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Stanley G. Payne ha vuelto a escribir un buen libro, «El camino al 18 de Julio», cuya lectura es muy recomendable para quienes sientan la necesidad de centrar los hechos que llevaron a España a una guerra civil en el siglo XX tras haber vivido tres (o cuatro, según se mire) en el XIX.

El político-buñuelo es una constante española: un poco de algo con mucho aire en su interior. Reverenciamos santos de alcoba con facilidad y entusiasmo. También yo creí en mi juventud que Azaña fue un gran intelectual desbordado por los acontecimientos. Hoy no sostengo, ni mucho menos, ninguna de las dos premisas: no fue un gran intelectual y ayudó a crear los acontecimientos. Las memorias a posteriori, las justificaciones de lo que hicimos mal, tienen escaso valor cuando se escriben desde la derrota. Azaña fue un golpista de guante blanco, un hombre dispuesto a cambiar las reglas del juego cuando no le favorecían. Sin más pero con la convicción absoluta de que estaba haciendo lo correcto, actitud que le iguala con las ideologías totalitarias del momento, asaltantes de las democracias tachadas interesadamente de burguesas para cambiar las reglas de inmediato, hacer imposible el triunfo de la oposición y perpetuarse, en definitiva, en el poder.

Las ideas que recibí en la juventud sobre la guerra civil y los hechos que la hicieron posible estaban trufadas hasta el fondo por la versión comunista. Eso o el Cara al Sol y mis convicciones cristianas hicieron el resto: todo contra el tirano, nada a favor de la razón. No reniego de haber estado contra la tiranía pero sí de haberlo hecho irracionalmente.

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Payne ve con preocupación la situación actual de España y coincido: otra vez buñuelos a todas horas y la irracionalidad en los discursos políticos. El mayor cáncer que puede devorar un país hasta conducirlo de nuevo al enfrentamiento y con agentes extranjeros pagando a los desestabilizadores. Ahora el enfrentamiento no pasará, seguramente, por un conflicto armado sino por el desmembramiento y la pobreza generalizada.

Cuando el socialismo, manu Zapatero, comenzó a desacreditar la transición a la democracia –con todos sus fallos y perfidias, que fueron muchos como no podía ser menos– estaba afirmando, implícitamente, que debió elegirse la ruptura en lugar de la reforma, haciendo posible la situación presente, realmente peligrosa.

Una vez más se cumplió la profecía de que los grandes males no los traen grandes hombres equivocados sino imbéciles autocomplacientes.

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Tremendo pero lo cito tal cual: El comunismo islamo-bolivariano es el intento desesperado de los marxistas –en plena y desesperada podredumbre– para salir del cubo de basura de la historia.

El problema de esta cita es que no sé de dónde proviene pues no anoté el autor o la fuente.

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La religión ha sido, y continúa siendo, más fuerte que la ideología: Dios ha vencido a Stalin, Alá a Lenin. A Dawkins le entran los siete males cuando se da cuenta de esto pero, como al gitano del cuento, a su galgo le falta un blinco para atrapar la liebre: el mejor modo de no seguir al tirano es poner a Dios al frente.

Rápido surge el contra-argumento: como Dios no existe seguiremos al imán o al cura, también tiranos. Falla lo esencial: poner a Dios al frente no en términos guerreros sino de compasión hacia nuestros semejantes. Y que la compasión exista en otras especies no nos hace ni menos humanos ni menos sujetos religiosos.

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En la Edad Media, y habría que indagar hasta qué punto también en el presente, el centro mismo de la devoción cristiana no eran el Padre ni Cristo sino la Virgen María, culto lunar pero también vencedora de la serpiente y, por ello, apolínea y solar. Madre de todas las madres, fruto bendito de tu vientre.

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Vende el alma y, cuando se da cuenta, encuentra razones muy poderosas para haberlo hecho. Más tarde llorará la pena por haberla vendido pero estará solo, viejo y con la muerte velando. Dama tan blanca, muy más que la nieve fría.

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No es fácil pintar un ser humano y que no parezca un muñeco. Más difícil todavía es pintar la luz que lo alumbra y da sentido. La pintura, cuando vale la pena pensar en ella, no está aquí para sentarse a la mesa con filósofos y científicos para debatir sino para pintar la luz que ilumina el mundo. Es lo único por lo que puede tener interés.