Bonita manera

 

DLSHM-JL

 

Es una bonita manera de comenzar una conversación. Miguelito el de las hierbas va sentado en el coche. Ahora que está mayor intenta que lo lleven pero si no paran sigue andando aunque llegue a medianoche. Guarda silencio la mayor parte del trayecto y entrando en el pueblo me pregunta cuántas muelas me han sacado. La respuesta es ninguna pero el cero no existe para Miguel, hay que dar un número y digo que dos. –Y a ti, Miguel, ¿cuántas te han sacado? –Estoy limpio –contesta mientras abre la boca.

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Le picó en el pie un alacrán, que es como llaman al escorpión, y hace años que no sabía de nadie a quien le hubiera ocurrido. Sólo clavan el aguijón venenoso cuando se pisan por descuido o se pone la mano sin mirar dónde. En todos los años de campo que llevo encima nunca me ha picado animal de esta especie aunque sí avispas, abejas y arañas. Al veneno de las avispas soy alérgico y se me pone la zona como una bota pero el Urbasón palía enseguida los efectos.

Cojea y le duele mucho. Le picó de noche, en el campo, y le han pinchado el antihistamínico una sola vez, como si fuera picotazo de avispa y no es lo mismo. Antes, en el campo, la gente rabiaba de dolor y creía en los más extraños remedios para combatirlo, como capturar el alacrán vivo, freírlo en aceite muy caliente y aplicarse la fritura.

Desde que hay plaga de jabalíes por todas partes los escorpiones han ido haciéndose más raros. Recuerdo un tiempo en que, en lo recio del verano, había zonas donde podías ver uno debajo de cada piedra. Para los jabalíes, que parecen ser inmunes al veneno, deben ser como cigalas o langostinos por la avidez con que voltean las piedras. Las gallinas también los devoran con gusto y, donde las haya alrededor de la casa, no es fácil encontrarlos. En San Juan, muchos años atrás, había uno muerto –bien grande– en el pasillo, con un picotazo de gallina encima. Debió escaparse de su verdugo y refugiarse en la casa para morir.

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Lo dice un amigo querido y estoy tan de acuerdo que lo reproduzco aquí para que no se lo lleve el viento: La culpa no tiene origen, la búsqueda no tiene fin y su propósito no tiene fundamento.

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No es políticamente correcto pero está en los expedientes y es un hecho: la mayor parte de las delaciones a la Gestapo las hicieron personas de condición humilde. Son más escasas las de gente rica y personas ilustradas.

Me deja tocado pero me recuerda que, con dinero, todo es más sencillo. Hasta perdonar a tus enemigos.

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Las clases medias, es un tópico pero en el momento en el que estamos conviene recordarlo, no sólo son el fundamento económico de la sociedad (los ricos no pagan y los pobres tampoco, simplificando) sino el muro contra el que se estrella la lucha de clases. Por ello en las dictaduras de ideología comunista es el enemigo a batir.

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Cuando el comunismo español, en la larga agonía de la que quiere recuperarse, se vistió de verde e hizo de ello un banderín de enganche para personas que no siempre comulgan con esa ideología perversa, dejó a un lado que la URSS (su banco de finanzas) ha sido el país más contaminador del planeta, en unas dimensiones absolutamente colosales. Y que hoy en día ese extraño paraíso comunista con multimillonarios del partido que no disimulan llamado China ha tomado el relevo. Mientras tanto nuestros comunistas organizan festolines contra las nucleares y la tauromaquia.

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Los aficionados a las películas del Oeste comparten algunas características comunes, al menos los que yo conozco. Suele ser gente de palabra, recta en el obrar, afirman pocas cosas pero cuando lo hacen es de modo taxativo, aman la soledad y los espacios naturales vacíos y son duros ante el dolor propio. ¿Son así por haber visto muchas películas o su modo de ser les inclinó a verlas? Habría que ir caso por caso. Y pueden ser coincidencias pero mis amigos amantes del género se parecen en lo descrito.

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Los enemigos del cristianismo han tenido su fiesta días atrás con la canonización de la Madre Teresa de Calcuta. Confieso que soy admirador de la santa desde hace años, desde que leí su correspondencia –publicada póstumamente– con su confesor. Antes de esa lectura era para mí una de tantas religiosas que entregan su vida a los demás, después la pequeña monja adquirió la talla de un gigante.

Los enemigos del cristianismo –utilizo la palabra enemigo en sentido literal, no me refiero a los ateos– no toleran que haya personas como la Madre Teresa. Para ellos sólo puede ser locura malsana o interés.

Hace años corrieron el rumor de que se daba unas vacaciones en París (sic) de órdago a la grande y que había sido vista numerosas veces cenando en los restaurantes más caros. Después han leído su correspondencia y, a sus dudas de fe que la hacen tan humana y tan grande, las tildan de falta de fe en Dios o de locura.

Por si fuera poco cuestionan el origen de una pequeña parte de los fondos, como si ante el hambre y miserias del abandonado pudiera alguien ponerse escrupuloso. Que Chevalier le dio fondos y ella tuvo la obligación de agradecérselo para que el sangriento tirano pudiera hacerse la foto es un mal trago que tuvo que pasar. Los pobres a los que atendían eran los destinatarios finales y el único blanqueo posible del dinero manchado es ante Dios.

Mujer extraordinaria y santa de los desheredados. Que haya personas que hablen mal es sólo cuestión de aritmética: la unanimidad no es posible.