Orinando bajo las estrellas

 

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Me dolía todo el cuerpo. Entero, desde el flequillo que no uso hasta los dedos de los pies. Y con ese dolor sordo entré en duermevela. Vinieron sueños mínimos de cosas reales, de todos los días, y me sentí muy bien en la línea entre dos mundos. No podía despertar y no quería.

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Con la taza de café descafeinado delante veo en la tableta que ha muerto Fidel Castro. Hoy toca lamentar la muerte de un ser humano y esperar que la justicia divina sea clemente. Mañana, en las redes, me alegraré de la muerte del tirano.

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Lo importante son las masas de claro y oscuro que son las que hacen el cuadro. El detalle, en su justa medida, es una cortesía hacia el espectador. Y la mayor de las cortesías es permitir que sea él quien lo ponga en su cabeza.

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Veo una foto de Coltrane junto a un cuadro de Kline y es inevitable saltar en el tiempo, justo el día en el que B y yo, sentados en mi estudio de Madrid, mirábamos mi ‘Homenaje a Coltrane’. Hizo la presentación para la March y luego la defendió en El País. Cuánto tiempo desde aquella ‘Suite Castellana’. Claro que sí: entonces me gustaba mucho la música de Coltrane y la pintura de Kline. La ignorancia –felices ellos– no fue mi caso.

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La lechuga no tiene cerebro porque toda ella es un cerebro. Como un árbol o como la mayoría de nosotros.

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Cuando alguien dice que la vida espiritual es mera química está actuando con la misma tontería que quienes negaban el movimiento de los cuerpos celestes sólo porque carecían de los medios para observarlo.

Suele tratarse de científicos del mundo de la biología, poco capaces de visualizar conceptos abstractos. Dada su formación sólo pueden atender a lo que tienen delante: lo real es aquello que puede mirarse con un aparato. Fuera no hay nada.

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El cansancio de la rosa. No teman, no es poesía. Ayer, desayunando, llovía a cántaros y así estuvo desde que desperté a las seis, noche cerrada. Aire fuerte y lluvia intensa.

Un rosal del patio conserva algunas flores abatidas, como si les pesara la vida. Maravilloso el rojo acarminado intenso en el gris de la amanecida.

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Si aplicáramos el rollo fiction-faction al cine, por ejemplo, tendría razón Dalí cuando dice que la película ideal sería aquella en la que se pone una cámara filmando en un pasillo y se espera a que pase alguien.

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Para un temperamento pictórico fogoso no hay nada tan aburrido como una copia literal. Véase en El Prado las que hizo Rubens de Tiziano. No pueden llamarse copias propiamente pues son interpretaciones. De hecho, en lenguaje musical, serían ‘variaciones sobre un tema de…’

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El arte, sin resonancias, es un juego algo infantil y mortalmente aburrido.

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I think maybe there is a fallacy in thinking that true artists break the rules. If anything, those artists create far more rules than a student can think of.

Y contesta una conocida pintora:

Art school: Where you learn to break the rules. Atelier: Where you learn the rules. Too bad I did them in the wrong order.

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Cuando era joven parecía que mis coetáneos peleaban contra la Academia. Era una situación absurda pues la prueba de ingreso era justamente un dibujo académico a tamaño ‘setenta cien’ de una escultura clásica. Los candidatos eran muchos y las plazas pocas. Para destacar y pasar, tu dibujo no sólo debía estar correcto de proporciones y claroscuro sino hacer evidente el polvo de los siglos. Lo interesante es que, tras pasar una prueba tan dura, encontrabas un profesorado que quería imitar a Picasso pero guardando la ropa.

Para esto, todos calvos –te decías. Y buscabas a los modernos en otros lugares. El tiempo pasó, el profesorado vergonzante fue sustituido por modernos de verdad, los caposcuola entraron en la Academia cierta y resultó que no la odiaban sino que la querían para sí. Por supuesto le pusieron dentadura postiza y la barnizaron lo suficiente para que la Vieja Academia pareciese otra cosa. Ahora ellos son los académicos y las escuelas universitarias de Bellas Artes un sinsentido que debería ser clausurado cuanto antes. Yo sigo orinando bajo las estrellas.