Por los tejados y el campo.

 

 

Hoy, 27 de octubre, España puede haber entrado en un conflicto interno de consecuencias desconocidas.

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Ya están limpias y clasificadas todas las piezas del sepulcro. Es un disparate. Faltan muchas, una vez que se ha tratado de recomponerlo. Y las facciones, no cabe duda, fueron destrozadas intencionadamente. Vamos a intentar restituirles los rasgos y para ello cuento con la ayuda de mi amigo escultor CS. Ya tiene los moldes en silicona para reproducir y trabajar. Lo bueno de contar con personas que conocen su oficio es que entienden a la primera.

¿Qué casas adornarán los trozos que faltan, con su rica ornamentación tardo-gótica o renacentista? El alabastro es muy agradecido, se deja cortar con facilidad y tiene un bonito color semitranslúcido. Cuánta incuria y qué destrozos del tiempo.

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No llueve y las mujeres recogen pimientos. Puedes verlas desde el coche, envueltas en trapos y el amplio sombrero de paja atado con un pañuelo. Parecen de otros tiempos y países, y tal vez, –si pararas el coche y pudieras quitarles velos–, encontrarías más musulmanas que españolas.

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Un tremendo error del nazismo fue poner la biología por encima de todas las cosas. Del comunismo, ignorarla.

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¿Colaborar en la idea de que nuestra sociedad produce artistas como las abejas miel? Por mi parte no. Hay un arte low cost (no hablo de su valor en el mercado) que sirve para hacer política cultural. Consumo rápido y fácil de digerir. Lleva muchos años instalado y se alimenta de la idea, tan democrática, de que todo el mundo puede pintar: tú puedes ser un genio y no saberlo, muéstralo y te lo diremos.

Por el contrario, pintar es endemoniadamente difícil y esculpir casi imposible. Hacer pintura como calceta, guarrear con las brochas o afeitarse los sobacos a la vista del público puede hacerlo cualquiera. Echarle cara.

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Las obras de arte son indiferentes a las personas que las hicieron y las ideas que las inspiraron. La Venus de Milo o la Victoria de Samotracia son ahora bastante más Venus y Victoria que en su momento.

Del escultor que talló en la piedra estas figuras yacentes sólo conozco una ‘f’ con la que marcaba las piezas por el dorso, en un lugar invisible para el espectador.

No querría que la pureza de líneas de la Milo o la serena expresividad de estos personajes, de cuyas almas algo quedó en la piedra, volviera a taparse con policromías de barraca de feria. En ocasiones, menos es más.

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No me gusta la pintura confusa, de formas despedazadas e incoherentes, porque suele ser muy tramposa. Lo dicho no vale para Sorolla y Sargent (hay otros, pero qué) pues aunque la forma esté suelta, la estructura –el esqueleto– está presente con mucha fuerza y exactitud.

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Qué tristeza de Berlín. Un gris muerto y frío, pelo de ratón. No me extraña que inventaran el expresionismo, el temor al cuerpo humano y las dos ideologías totalitarias.

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Es tarde para casi todo salvo para seguir pintando tan al margen que sólo me importa a mí, y tampoco mucho.

Se podría escribir un libro sobre la evaporación del talento artístico y la suplantación del mismo por humo y grasa mental. pero da miedo el esfuerzo que debería hacerse, la de horas que tendría que echarle al portátil. Con lo hermoso que es abrir la ventana y dejar que la vista se pasee por los tejados y el campo.

 

 

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