No tenía razón

 

 

Las vidas de algunos están hechas para ser río manso, en otras no se puede saber lo que espera tras el recodo. Los griegos creían que el destino ya estaba escrito, los cristianos creemos que no, que si no poseemos la llave de nuestro destino podemos cambiar algunas cosas. Pero en definitiva todas las elecciones de nuestras vidas, aquellas que sólo el tiempo revela que fueron cruciales y no lo supimos mientras las tomábamos, son apuestas. Cada una te lleva a tomar nuevas decisiones que siguen siendo apuestas y, como jugador, puedes ser temeroso o arriesgado, cuestión de carácter. Si algo define la vida es la inseguridad.

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Lamentar el tiempo que pasó es el uso más necio del tiempo que te queda. Pero el arte se alimenta del tiempo ido, es la crónica de lo que no volverá a ser. Y también es necedad, pero quién ha dicho que los artistas no sean algo necios.

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Los indios de las praderas norteamericanas, cuando sentían la muerte próxima se alejaban del grupo, iban a un lugar que ya tenían escogido y esperaban serenamente el final, abismados en el Gran Espíritu, presente también en todo lo visible.

Pensé en ello mientras caminaba del coche al hospital donde atendían a mi madre. Al fondo, imponente en el ocaso y con un azul de cristal, Sierra Nevada servía de telón al edificio, funcional y severo en la rectitud triste de sus líneas. Morir es el trance más serio de nuestras vidas pues que al nacer nada nos acompaña salvo la ansiedad por el calor de la madre. Dicen los que afirman saber cosas sobre la otra vida que es la madre la primera que acude a recibirte. Sería muy hermoso.

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De niño, y todavía, me apasionaba la geografía. Y dentro de ella los nombres. Proustiana la cosa, ya. Pero no había oído ni mencionar al gran escritor. En la geografía los mapas, y las descripciones: ‘tierras de páramos y de pastos...’ La capacidad evocadora de aquellas frases.

Ahora, que conozco la mayor parte de España y Portugal, me sucede con los nombres de otros países: Guanajuato, Providence, Punta Lobos, St. Margaret’s Hope…

Llegar, quedarse un tiempo, conocer personas, echar de menos tu pequeño rincón del mundo y volver para irte con la mirada llena.

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Hay árboles guapos y otros feos, paisajes hermosos y personas muy bellas en sus formas. Termino medio. La búsqueda de la belleza es un anhelo pero llevada lejos puede acabar en enfermedad.

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¿Quién eres, que interpones tu sombra en la luz y agitas mis noches? ¿Qué quieres decirme?

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Los pintores realistas de una época decían que cualquier tema puede ser pintado si se hace bien, pero no es verdad. Cualquier tema puede ser pintado a condición de que se acepte que el resultado final sea poco o nada interesante para el espectador.

La realidad no siempre se organiza de modo que su traslación directa al lienzo (es decir, su organización formal) funcione bien al reducirse al plano.

Para corregir eso está el oficio, aumentando o achicando distancias y proporciones, el claroscuro para restar importancia a lo que no resulta conveniente mostrar demasiado o, por el contrario, realzarlo.

Pintar no es encuadrar, que es lo que hace una cámara de fotos al discriminar lo real. Es bastante más complejo, de ahí que los pintores realistas vuelvan una y otra vez sobre trabajos terminados, para corregir partes de los mismos.

No, Courbet no tenía razón (tampoco en la pintura). No toda la razón, al menos.

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La paleta del pintor se oscurece y atrista con sus penas y se aclara con sus alegrías. No hace falta acudir a los temas, que pueden ser impostados. Bach no puede mentir cuando escribe la cantata para la boda de su hija ni cuando llama a la muerte en la 106. Amaba profundamente a Dios y a su hija. En tales circunstancias no se puede mentir.

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No es verdad completa, tampoco, que la mejor guía del pintor sea la naturaleza. Estudiarla es imprescindible y, cada vez que al arte se ha perdido (y lo ha hecho), la mejor cura es olvidarse del estilo y abrir los ojos ante lo que nos rodea.

Pero el arte nace del arte puesto que se trata de convenciones formales para describir convincentemente la realidad. Tras el descubrimiento de las reglas de la perspectiva cónica resulta imposible ver la realidad al modo de un gótico, aun de los refinados. Otro tanto sucede con la perspectiva aérea tras Velázquez.

La pintura no puede alejarse de la realidad pero no es la realidad sino un desplazamiento de la misma, metáfora y metonimia al tiempo.

Puedes pensar que eres más realista si ‘ves’ como una cámara fotográfica, si registras en tu lienzo, tabla o papel cada detalle, pero tampoco la fotografía es la realidad sino otro desplazamiento de la misma mediante un sistema óptico (mecánico o electrónico).

La realidad en un cuadro no depende del número de pinceladas ni del tamaño del pincel. Llevado al extremo es sólo circo y no del más interesante.

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Suele decirse que los artistas son personas especiales, diferentes a las –mal llamadas– personas corrientes.

Diría que no, que a los artistas que lo son –y no es sencillo distinguir en nuestro tiempo– les sucede como a la mosca del vinagre, que comparte con los seres humanos la mayor parte de ADN, pero es sólo ese poco restante lo que determina todo lo demás.

 

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