Otra vez

Oyendo esta mañana a los ponentes de un curso sobre la restauración en el siglo XXI era inevitable pensar en Brandi. Hay teorías que son como la rueda: no se pueden mejorar. Nacen perfectas, completas, y la discusión sobre ellas podrá versar sobre los materiales de que se componen pero, por su misma perfección, no admiten cambios.

Las teorías de Brandi llegaron en el momento exacto, en el clima exacto y fueron hechas por el hombre idóneo, como la obra de los fotógrafos norteamericanos de paisaje de los años 20 a 40 del pasado siglo.
La metodología que plantea es tan lógica y adecuada al fin previsto que puede ser utilizada indistintamente en la restauración de Las Meninas, la portada de una catedral gótica o una humilde iglesia de pueblo. No hay fisuras, no hay saltos. La idea central de que se restaura igual una catedral que una pintura sobre lienzo no gusta mucho a los arquitectos, con excepciones, que prefieren considerar que la arquitectura es cuestión de arquitectos.
El dislate, el enredo, ocurre cuando se plantea qué hacer con una obra de arte en la que el artista puso una fregona como parte de la misma. El enredo no para Brandi, que tiene la respuesta precisa: sustituye la fregona. Pero hay una pregunta que nunca pude hacerle a Brandi: ¿seguirá habiendo fregonas disponibles dentro de un par de siglos o habrá que fabricarla artesanalmente para poder restaurar la obra? Cosas de juventud, boberías.