Alfred Stieglitz y Rebecca Strand

Las fotos de Rebecca Strand tomadas por Stieglitz en el verano de 1923 en Lake George, donde el viejo fotógrafo tenía una casa, son bastante expresivas. Debe haber algunas otras que no se han publicado quizá por no añadir nada sustancial a lo obvio.

Cuando se tomaron Stieglitz tenía 59 años, una edad considerable entonces, y Rebecca era una joven recién casada con el fotógrafo y amigo de Stieglitz, Paul Strand.

No sabemos qué surgió entre ambos como para que Rebecca posase tan confiada. Stieglitz era un hipocondríaco lleno de manías, obsesionado con Georgia O’Keefe, mientras Paul Strand era un hombre joven, apuesto, intelectualmente muy brillante y enamorado de su mujer.

Parece que ni Strand ni O’Keefe se tomaron mal la aventura veraniega de sus parejas. Mientras tenía lugar, uno y otra trabajaban lejos y no la vivieron en directo. Seis años más tarde Georgia y Rebecca tendrían su propia aventura en Nuevo Méjico y un poco después Paul Strand se alejaría definitivamente de Rebecca.

De ella nos quedan las magníficas fotos que le hizo su marido, menos carnalmente directas, y estas que le hizo otro de los maestros de la fotografía. A partir de 1932 su rastro se va perdiendo hasta volver al anonimato del que salió. Strand terminó instalado en Francia escandalizado por la caza de brujas, se casó con Hazel, la mujer que todo hombre maduro espera, e hizo los que tal vez sean sus mejores trabajos. Por su parte, Stieglitz murió de un ataque al corazón y Georgia O’Keefe le sobrevivió muchos años convertida en un icono desde su rancho de Nuevo Méjico, con escasos méritos artísticos pero fecundas amistades.

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(Adenda, 28 de Febrero de 2010)

Tras una conversación sobre el tema mantenida ayer quedé convencido de que las líneas anteriores no permitían explicar el nudo del asunto. ¿Por qué una mujer recién casada con un hombre brillante y atractivo desearía tener una aventura sexual a lo largo de un verano con un casi anciano achacoso y en malas condiciones físicas? La aventura trascendió y las respectivas parejas de ambos se dieron por enteradas. No se mantuvo en secreto y tal vez su finalidad fuese esa, que los demás se enterasen.

Rebecca tuvo una intensa aventura, como digo más arriba, con Georgia O’Keefe. Unos años más tarde, ya separada de Paul Strand, se le conoce una relación amorosa estable con otra mujer. Se podría decir que pasó de la bisexualidad a la homosexualidad en el seno del ambiente desprejuiciado y liberal en el que vivió con su marido. O tal vez era una homosexual que no lo sabía hasta que tuvo la ocasión de elegir.

¿Por qué, entonces, esa aventura con el viejo sátiro? La hipótesis de mi interlocutora podría resumirse diciendo que, por parte de Stieglitz, traicionar a su amigo y protegido podría responder al comportamiento del macho alfa que está dejando de serlo y todavía quiere demostrarse a sí mismo que lo sigue siendo arrebatándole la hembra a un macho más joven y que viene destacando en su propio campo. En cuanto a Rebbeca el asunto es más confuso. Tal vez hubo intención de humillar, vengándose de un hombre de su edad que le demandaba amor, cuando sus emociones reales estaban puestas en otros horizontes.

No hay que buscar intenciones económicas. Rebecca no quiso a Stieglitz (hombre acomodado) para sí ni pensó arrebatárselo a Georgia O’Keefe quien -por cierto- gozaba de entera libertad para sus aventuras amorosas extraconyugales. Tampoco era cuestión de éxito, la mujer de Strand nunca supo hacer una O con un canuto ni estuvo interesada en asuntos creativos. Como digo más arriba, terminada su relación con Strand no volvió a saberse de ella.