Conspiración en la sombra

Ciudad de provincias con catedral y clerecía. Van llegando de lejos los conspiradores mientras la Paca prepara sus guisotes. Los de la cultura se han dejado los cuartos en adquirir más pasto del que necesitan. Algunos de los libros -se ve- no los leerán jamás.

Por la mesa desfilan nombres propios y alias. Hay un calvete que resulta particularmente damnificado. Pasa la información de unas manos a otras, de izquierda a derecha y viceversa, siempre en círculo. Nadie cae en el error de resucitar nada, ni intentarlo. Se destripa el momento presente y se termina en la biología. Lo difícil es saber morir.

Morir, no salvarse como las ratas habiendo embarcado a un montón de gente y dejando pufos con escritores que necesitan comer de su trabajo. La venganza del que se sabía poco leído porque la gente pasaba de sus entradas y se tiraba directamente al barro. El estilo es el hombre, sí.

Todos recibimos su mensaje: «Soy vuestro antiguo capitán y estoy botando un barco. Necesito fondos, marinería y tropa». Así, dando la cara y haciendo bromas. Long John Silver, madre mía. El calvete regüelda y huele a caca, qué cosas andará haciendo con la lengua.

La mariconería fingida pero presente de los machos alfa. La necesidad de que alguno de ellos se haga pasar por mujer, como en la parranda, como en uno de esas escenas costumbristas y con hedor de Gutiérrez Solana. Esos van todos juntos, paga el rumboso.

El grupito nazi, amigos del calvete, admiradores del galaico y a lo suyo. No de los que pegan patadas con las martens sino de los que van de intelectuales y acuden a sembrar en los foros, en los blogs de audiencia. No van donde acuden sus descerebrados, pescan en aguas más complicadas y de tapado.

Y la gente decente, que la hubo. Los que murieron en el camino -dos por lo menos- y los que se extinguieron dejando melancolía como el viejo casal. Los misterios de la personalidad de algunos otros. Total, una república bananera donde lo peor -con mucho- fue el pirata que la gobernó durante unos años.