La Leica de Henri Cartier-Bresson

Las herramientas son eso pero en el caso de la fotografía adquieren alguna importancia mayor que la marca de los pinceles de tal o cual pintor. Si en el caso del que pinta necesita sentirse cómodo con su pincel -y nada peor que un pincel recién estrenado- para que el ch’i fluya del cerebro a la mano, en el caso de la cámara y lente fotográficas hay una mayor interposición que hace preguntarse, en base a los resultados, acerca del instrumento.

HCB nunca utilizó cámaras complicadas, huía de ellas como de la peste. Tampoco cámaras pesadas o agresivas para los sujetos por presentes y apabullantes. Hay quien dice que HCB hubiese logrado parecidos resultados con una Instamatic de plástico. Yo no lo creo y, de creerlo, no escribiría estas líneas. Por el contrario, en la primera de lo que llamaría sus etapas técnicas utilizó lo mejor que la tecnología de su momento podía ofrecerle.

Remontemos un poco. Antes de que Oscar Barnack y Ernst Leitz decidieran crear una cámara fotográfica pequeña que pudiese aprovechar la película perforada de 35 mm habitual en el cine los fotógrafos debían cargar con algunos kilos que les obligaban a trabajar de ciertas maneras y no de otras. Al inventarse la pequeña cámara se creó también un nuevo modo de captar la realidad. Habría que puntualizar aquí que, como algunas otras cosas, la facilidad de uso de la Leica, el nuevo modo de trabajo, lo tomó prestado a Kertész. No es momento para pormenorizar en el hecho de que los europeos se inclinaran por las posibilidades que ofrecía la cámara miniatura mientras en otros países, USA por ejemplo, se mantuviera hasta nuestros días el uso generalizado entre los profesionales de la cámara grande.

En su primera etapa como fotógrafo HCB -como digo más arriba- se inclinó por la tecnología puntera para, años más tarde, resistirse con fuerza a cualquier innovación que la propia fábrica de Wetzlar pudiese introducir en sus cámaras.

La cámara que más años utilizó HCB es la que se reproduce en esta entrada, esto es, una Leica III, modelo que con distintas variantes y mejoras se fabricó entre 1933 y 1960. A ella se agarró el fotógrafo que más odiaba los aparatos y la técnica, considerando superfluo cualquier tiempo pasado entre ellos o en el laboratorio. En cuanto a las lentes tuvo algunas favoritas, como el Sonnar 50 de Zeiss con rosca Leica, antes de encontrarse casi definitivamente con el Summitar 50 colapsable, que fue su lente de elección durante muchos años.

El Summitar puede considerarse un antecedente del Summicron clásico, lente ésta que nació perfecta, como la rueda, y cuyo diseño óptico no es posible mejorar. De hecho los modernos Summicron siguen siendo fieles en todo a los clásicos salvo en el hecho de incorporar algún elemento asférico para mejorar la definición en los bordes, algo de lo que ahora hablaremos.

La mayor diferencia entre Summitar y Summicron es la mejor definición y contraste de este último. El Summitar es una lente más suave, con menor resolución de líneas por milímetro, y con peor definición en los bordes. Sin embargo es una lente que ofrece imágenes muy bonitas, algo difusas en los márgenes y enfocadas en el centro. El bokeh -el aspecto de las áreas desenfocadas- es el habitual de la casa, esto es, muy expresivo.

Hay que hacerse, en este punto, una pregunta retórica: ¿Hubiera mejorado cualquiera de las imágenes de HCB con una moderna lente de altísima capacidad de resolución? La respuesta es evidente: no. Ahí está Salgado, ese fotógrafo tan aplaudido por los que no saben de fotografía, para demostrarlo.

Un amigo norteamericano que utiliza lentes Ektar de Kodak (años 40, 50, 60) para su cámara de gran formato y el habitual HC-110 para revelar sus negativos suele decir con sorna: «Si eran suficientemente buenos para Ansel Adams también lo son para mí». Es un argumento, sin duda.

HCB no solía complicarse la vida: raramente cambiaba de lente, utilizaba la hiperfocal en lugar de enfocar sobre áreas concretas marcando con esmalte de uñas rojo vivo la zona de la lente en que el índice de enfoque debía estar siempre colocado. Eso y concentrarse en la imagen, ayudándose de sus largas piernas y pasos de baile.

Si miran la red verán que hay verdaderos sabuesos dedicados a detectar las infidelidades del fotógrafo hacia Leica. Se le vio con una Minolta CLE, fruto de un acuerdo entre ambos fabricantes, y -al final de su vida- con una Leica Minilux, la expresión mínima y para turista de lo que es una Leica. Pocas fantasías, sin embargo. Poquísimas para lo habitual en la gente del gremio.

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(Algunos vídeos sobre HCB)

Fotografía callejera I, II y III