Pura tecnología

A la izda: Leica M6 titanio con objetivo Summilux 35mm f/1,4

A la dcha: Leica 1f de 1950 con objetivo Super Angulon 21mm, f/4.

Nótese la diferencia de tamaño (y peso) entre ambas cámaras aunque la imagen

puede dar lugar a confusión al ir uno de los objetivos con el parasol puesto.

Una persona me escribe para preguntarme por qué no dedico más tiempo a comentar las novedades del mundo fotográfico, esto es, nuevas cámaras, objetivos y todo lo demás. Es una actividad que no desprecio, tiene su función que es mantenernos a todos informados de lo que los fabricantes quieren que sepamos pero malamente podría yo informar de novedad alguna cuando apenas me intereso por lo que va apareciendo y ello en muy contadas ocasiones.

No doy por completo la espalda a los cambios tecnológicos que están teniendo lugar. A veces suelo trabajar con una M9, sólo si el destino final de la copia es el color pero no es raro que monte en la cámara algún objetivo de rosca de los años 50-60, con el correspondiente adaptador. Sí, también utilizo objetivos modernos como los Summilux, Elmarit y Summicron, todos ellos con lentes asfericales. Cada vez con mayor frecuencia monto en las cámaras objetivos ligeros y de poco peso, cómodos de llevar y de poco índice luminoso. Suelo conformarme con un f/3,5 o f/4 lo que tiene algunas ventajas, no sólo de tamaño y peso sino también de precio.

Cuanto más luminoso es un objetivo más corregido debe estar y, consecuentemente, más caro. Un f/2 es prácticamente la mitad de barato que un f/1,4 pero éste no es dos veces mejor en resolución. De hecho, un objetivo con una luminosidad nominal de f/3,5 o f/4 suele comportarse bastante mejor con el diafragma abierto pues, a esas aperturas, las aberraciones están corregidas sin necesidad de grandes esfuerzos de diseño. De hecho la necesidad de las lentes asfericales para corregir la distorsión de barril es consecuencia directa del deseo creciente de índices luminosos cada vez mayores hasta llegar a ese absurdo que es el Noctilux, cuyo índice está por debajo de la unidad.

Seguro que hay quien gusta de montar cañones en una telemétrica pero no seré yo. Entre un Summaron f/3,5 y el mismo pero con f/2,8 me quedo con el primero, más pequeño y recortado y, por lo mismo, menos intrusivo.

Hablo de tomar fotos con luz de día o en circunstancias normales. Si tu reino es la noche tal vez creas que un par de diafragmas extra te van a sacar de apuros pero no irás muy allá. En realidad los objetivos luminosos y pesados no tienen demasiado sentido fuera del fotoperiodismo, en especial el deportivo. Tirando con un monopié debe dar igual que la cámara pese un quintal o que el cañón fatigue los brazos. Los fotógrafos interesados por la vida de las calles somos algo más refinados, pretendemos no cansarnos y aguantar todo el día con la misma cámara. Un cuerpo y un par de lentes en el bolsillo o en una bolsa discreta es todo el equipamiento preciso para viajar al fin del mundo. La mayor parte de las veces, según gustos y criterio, hacemos el 95 por ciento de las fotos con el mismo objetivo, sea un 35, un 24 o -por qué no- un 21mm, teniendo en cuenta que a focal más corta más dentro de la escena debemos estar generalmente.

Debo decirlo: para mí la cámara ideal es aquella que no se interpone entre la escena y yo, la que permite alinear -como quería HCB- ojo, mente y corazón. Esas que llaman point and shoot pero con algunas características que van algo más lejos que las cámaras que como tal se comercializan. Una cámara lo suficientemente tonta como para que deba hacerme caso en todo y no añadir nada de su cosecha. Nada de fotometría matricial -que funciona de lujo sólo en circunstancias sencillas, como toda la fotometría- y nada que requiera baterías ni pilas. Incluso la M7, si te quedas sin pilas, tiene la particularidad de desconectar el fotómetro para permitir que las velocidades -dos en concreto- sean estrictamente mecánicas.

¿Novedades? Cómo voy a hablar de novedades, cómo voy a estar pendiente de ellas si creo que, en fotografía, nada nuevo se ha dicho desde 1960 salvo el asuntillo de los sensores digitales. Miren una cámara como la Leica M3: nació perfecta en los comienzos de la década de los 60 y Leica se limitó a sacar otro modelo posterior, la Leica M2 (sí, parece un absurdo pero así fue: la Leica M3 salió primero y con un visor adaptado de origen para la focal de 50mm mientras que la M2 salió con el mismo visor para ser utilizado con una focal de 35mm) y a mantener intocada su cámara hasta la aparición de la M4 hacia 1970, que no incorpora eso que algunos llaman «ventajas tecnológicas». Es la misma cámara con algunos pequeños retoques en piezas que se vio que podían dar pequeños problemas. Realmente hasta la aparición de la M5 a finales de esa década Leica no mueve ficha e incorpora un fotómetro interno, tosco pero muy fiable. La M6 es una M5 afinada, de nuevo, y la M7, su canto de cisne de la fotografía analógica, incorpora el automatismo del obturador cuando ya venía haciendo 25 años que cualquier cámara barata japonesa montaba mucha más tecnología recreativa. Pero no es que los usuarios de Leica seamos morbosos, no. Es que no queremos los tales avances sino mantener las cosas sencillas. Una fotografía técnicamente correcta no es tan difícil de tomar, lo puede hacer cualquiera con un poco de entrenamiento básico. Para terminar: si algo me gusta de la M9, que no me gusta demasiado, es que se parece como dos gotas de agua a la M7, y ésta a la M6 y…