Por qué aconsejo el uso de reveladores comerciales

Empiezo al revés: puedes hacer tú mismo mejores reveladores, o al menos tan buenos como los que ofrece el mercado. Pero para hacerlos bien necesitarás invertir un dinero que no es desdeñable y tener un sitio en tu laboratorio especialmente dedicado a este fin.

Necesitas varios elementos esenciales: una balanza de laboratorio para pesar pequeñas cantidades que sea de alta precisión (las baratas de camello no sirven), un mezclador eléctrico regulable, probetas, vasos graduados de 5, 2, 1 y 0,5 litros, todo ello de cristal, que es más fácil de lavar y mantener limpio. Y todos los productos químicos que -no hagas aquí ahorros- deberán ser de calidad pura, de la marca Panreac. Depende de cuánto quieras experimentar puedes acabar teniendo una buena provisión de químicos.

Hay muchas publicaciones con fórmulas fotográficas muy experimentadas e internet es una mina pero recomiendo, si quieres saber el por qué de las cosas, The Darkroom Cookbook, que debe ir ya por no sé qué edición. Es una buena publicación, el formulario es fiable y explica muy didácticamente las cosas.

Hay muy buenos fabricantes de reveladores y otros químicos para fotografía analógica y es sencillo hacer un revelado perfecto y consistente de una vez a otra. Algunos tan conocidos como el viejo Rodinal de Agfa, que aún se encuentra o sigue elaborándose como R09 por otro fabricante, o el estupendo HC-110 al que dedicaré una entrada pues lo merece.

La oferta es mucha y sólo hay que saber qué queremos conseguir, cuál es el revelador que mejor le sienta a la película que estamos utilizando. Hay reveladores de grano fino, de grano medio, de grano indiferente… compensadores, de alta acutancia, de dos baños… Para volverse loco si uno no sabe discriminar. No es buena idea cambiar continuamente de revelador de negativos (tampoco de papel) o utilizar demasiados. Lo que mejores dividendos paga es conocer bien una película y un revelador, saber cómo se comporta en cada situación, qué ventajas y qué fallos tiene ante determinadas condiciones de luz. Eso nos permitirá saber cómo corregirlos y mantener consistente nuestro trabajo.

No hay brebajes milagrosos y aunque casi todos los fabricantes aseguran que el suyo es un revelador que puede salvar un negativo que se nos ha ido en dos o tres diafragmas, es falso. Podremos revelarlo, sí, y hacer una copia indecente a base de trabajarlo mucho pero nunca sacaremos agua de un pozo seco. Si nos hemos colado con el negativo, lo mejor es prescindir salvo que nuestra imagen sea un portento y justifique por su propio interés todo lo justificable. No suele ser lo habitual.

Hay fotógrafos muy puntillosos con sus reveladores -quien me enseñó todo esto, un viejo fotógrafo de otro tiempo, lo era- y otros (como Yousuf Karsh, enorme retratista) que utilizaron o utilizan un revelador comercial sin mayor interés en el asunto. Cualquier aproximación al problema es válida siempre que la calidad final de la copia obtenida demuestre que el camino elegido tiene sentido y es coherente. Karsh utilizaba un revelador de metol-hidroquinona comercializado por Kodak bajo la marca DK-50, cuya fórmula se encuentra en internet con facilidad. Un revelador que era el mismo que solían utilizar los retratistas comerciales. Acostumbraba viajar con sus cubetas para revelado de negativos (trabajaba siempre en formato 20×25) y revelaba la misma noche del día en que había realizado la sesión fotográfica, en el cuarto de baño del hotel, poniendo toallas en puertas y ventanas para que no entrase luz o aprovechando el interior de un armario. Lo mejor para él, por tanto, era no complicarse la vida con reveladores complejos o difíciles de preparar. A la vista está que el proceso era adecuado y, en sus manos, de gran calidad.

Richard Avedon era un convencido de las bondades del Tri-X y el revelador D-76. Sus laboratoristas no trabajaban de otra manera. Su In the American West está hecho de ese modo: placas de 20×25 y D-76. El papel era revelado en una combinación de D-72 y Selectol, todo ello de Kodak.

Los más elusivos de los reveladores, aquellos que se basan en el pyrogalol o la pyrocatechina, también se comercializan ya envasados y listos para mezclar con agua. Podemos consultar el catálogo online de Moersch, Argenti o Photographer’s Formulary. Los tres contienen algunas interesantes fórmulas basadas en los citados químicos y aún podemos añadir los famosos Prescysol de Peter Hogan y el DiXactol del desaparecido Barry Thornton.

Dedicaré otra entrada, o las necesarias, a los reveladores de pyro, que han vuelto a revivir y prometer cosas inalcanzables desde que Gordon Hutchings publicó su Book of Pyro y habló del PMK, una fórmula de revelador basada en la asociación pyro-metol-kodalk (metaborato de sodio). Pondré en su sitio al pyro y explicaré qué cosas hace bien, qué podemos esperar de él y qué es mera fantasía, eso que llaman la magia del pyro.

Todo ello en breve pero comenzaré por el viejo y barato HC-110 y cómo hacer de él, solamente con la dilución y el sistema de revelado, un revelador extraordinario.