La estocada

Voy a ventilar armarios. Me refiero a los armarios donde guardo mis cámaras y material fotográfico. Hay cosas que llevan dormidas demasiados años. Están frías y una cámara fría es un desatino. Necesitan el click, click, click.

Habrá de todo, desde una pareja de Rolleiflex TLR, una de ellas con su porroprisma (se llama así) hasta Linhof, Sinar o Lotus View Camera. No tengo nada que esté estropeado o que funcione dudosamente. Tengo un buen mecánico que las mantiene en estado de revista: ajustadas y funcionando.
Ha sido un paso difícil. Diría que muy duro y, por ello, se ha dilatado la decisión tres o cuatro años. Lo justo para perder aún más valor. Acero contra plástico, mecánica contra microchip, manual contra automático. Me rindo, estoy rodeado.
Será difícil vaciar esos armarios. Corren tiempos desgraciados para las cosas buenas y yo estoy harto de esperar. Al final me han vencido aunque no me siento derrotado sino sólo que claudico en parte. Conservaré mis Leicas -tantos años conmigo- y algún otro capricho más.
Mientras tanto están saldando los últimos rollos de Agfa 100, una emulsión fotográfica del viejo tipo absolutamente maravillosa. Con FX-39, un revelador de Geoffrey Crawley, forma un tándem que te puedes reír de los peces de colores. Para las mañanas alegres, para los días soleados, para disparar a f/8 con un 21mm, con un 24mm.
No pienso hacer lotes y, si puedo, evitaré vender a coleccionistas: de una en una para que sigan haciendo click. Todo es tirarse a la piscina, los sustos cuanto antes. Y si no haber elegido muerte.