Plan Badajoz

Cuando en 1952 se dictó la orden que ponía en marcha el Plan Badajoz pocos creían en él. A pesar de ello, unos años más tarde, se habían terminado 6.000 viviendas para los colonos y sus familias y hecho regables con aguas del Guadiana más de 100.000 hectáreas, con una potencia de 71.000 Kw.

Las parcelas fueron inicialmente pequeñas (alrededor de 6 hectáreas) y las autoridades se comprometieron a un Plan de Industrialización complementario para aprovechar sobre el terreno el valor añadido de los productos. Dicho plan nunca se llevó a cabo y sigue sin realizarse.
Muchos colonos se cansaron del experimento y, vendiendo sus propiedades a otros, recabaron suficiente dinero para irse a Cataluña o Madrid. Unos por cansancio de una tierra pobre que, aún regada, no daba lo suficiente para sacar adelante a la familia, otros por desidia o porque nunca vieron con claridad el futuro. Con el tiempo tuvo lugar una revolución silenciosa, con cambios de poder, y familias hay actualmente que labran 100 hectáreas de regadío, lo que permite vivir muy bien.
Con el tiempo la mayor parte de los regadíos del Plan Badajoz se han destinado al cultivo del arroz. Un cultivo sencillo que permite utilizar tecnologías muy avanzadas (traíllas niveladoras por laser, siembra y tratamientos fitosanitarios desde avionetas y recogida con cosechadoras colectivas). Poco trabajo y buen rendimiento, el arroz genera actividad de junio a septiembre, permaneciendo la tierra ociosa el resto del año.
El problema, ciertamente gracioso, es que sólo hay dos industrias transformadoras del arroz en la región: una peladora que nunca llegó a inaugurarse y una procesadora cuya actividad no alcanza ni el uno por ciento de la producción. Los grandes beneficiarios son, pues, los mayoristas sevillanos y valencianos pero eso forma parte de la maldición regional: el noventa por ciento del jamón que se procesa en Jabugo y Guijuelo procede de marranos extremeños.