Un artista puro

Me lo contó mi amigo G., que tiene razones para saberlo. Hace unos años Tabacalera encargó a un distinguido artista catalán un cuadro para la sala del consejo de administración. La obra debía contener alguna referencia a la actividad de la compañía, tal era el pie forzado.

El artista hizo una de esas obras de buenas dimensiones y consistía, muy en su estilo, en un lienzo blanco con algunas rayas y un puro pegado. Cubría el conjunto un metacrilato transparente y la compañía hubo de pagar ochenta millones de pesetas por la genialidad.

Al cabo de poco tiempo el puro se cayó. Hubo reuniones, llamadas a expertos y se tomó una decisión: nadie mejor que el creador para restaurar la obra. Se pusieron en contacto con él y exigió alguna cosa que no pareció descabellada: seis millones de pesetas por la restauración, vuelo privado entre Barcelona y Madrid y una suite en el Ritz.

El día escogido para la restauración había muchas ansias por ver al artista en acción. Unos empleados de cierta empresa dedicada al transporte y manejo de obras de arte desatornillaron el metacrilado y él cogió el puro con sumo cuidado. Después sacó un tubo de pegamento Imedio del bolsillo, embadurnó bien el cigarro y volvió a pegarlo donde estaba. Saludó a los concurrentes, estrechó manos y salió por la puerta.

Con el tiempo el interés por el cuadro fue disminuyendo y terminó en una sala de subastas. Salió en ocho millones de pesetas y hubo de ser retirado por falta de pujadores. Quien me ha contado la historia ignora cuál es su paradero actual pero no descarta que descanse en algún almacén, esperando el Santo Advenimiento.