Maldad con la cara limpia

Se dirán tantas cosas estos días sobre Jobs que no es necesario añadir nada. Mi experiencia con Apple se remonta muy atrás, a aquellas fantásticas torres de la serie 800 que utilizaban el sistema 7, un sistema irrompible y simpático que acabó con la inquietud y desazón que me producían los continuos reseteos del Windows. La vida no tiene por qué ser justa y se puede llevar a un genio con 56 años. Lo recordaremos.

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«Tienes una sonrisa capaz de desmontar la torre Eiffel, y mira que tiene tornillos» -le dijo, y ella juró eterna venganza.

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El verano transcurre lento y el otoño no da señales por estas tierras. Los árboles no se enteran de que hay que mudar la hoja y siguen a lo suyo. Ya están maduras las zamboas o membrillos, esas frutas que sólo pueden ser consumidas previo cocinado, lo que resulta bien extraño. Cuando los árboles, poco más que arbustos, están muy cargados de los frutos amarillo de cromo, es inevitable pensar en una parturienta hermosa.

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Antonio López, tal vez por alguna vivencia infantil perdurable -nunca se lo he preguntado-, lleva pintando y dibujando membrillos y membrilleros desde los años cincuenta del siglo pasado. Cómo me gustaron, y continúan haciéndolo, aquellos cuadros casi surreales de membrilleros en la noche estrellada.

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Los fumetas del pueblo, los del vinazo en tetrabrik, juegan ahora cada noche al fútbol en la plaza. Utilizan de portería la puerta de San Martín y meten unos balonazos de escándalo, lo que llama mi atención y me digo que a esa hora todavía andan sobrios.

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La peor de las maldades es aquella que se hace después de afeitarse, bien desayunado y con la cara limpia. Sólo falta mirarse las uñas con la palma invertida y los dedos en garra para que el cuadro esté completo. Son personas de vísceras frías, capaces de reír mientras asestan el zarpazo o la puñalada tripera. Comienzan comentando la jugada con la parienta y no les importa que la gente mire pues buscan el aplauso. Se quedan muy tranquilos porque se reclaman cervantinos, machadianos, juanramonistas o todo al tiempo.

No tienen amigos, tienen intereses y su mejor obra es la habilidad para cambiar cromos, para apoyarse en hombros ajenos y empujar fuerte hacia abajo a quien les apoyó para que escalaran.

Mala gente aunque muy presentable. Si a eso acompaña cara de buen chico, la cosa es de escándalo.