Ensalada con estilo

A mí la Granada que me gustaba era la de Muñoz Degrain, con un Paseo de los Tristes que definía a la ciudad. La de los tranvías cruzando la vega en dirección a Santa Fe, entre acequias y cañas. Esta Granada es otra y no queda más que ponerle buena cara mientras voy con mi hermano a comprar unos tomates en orejones y unas aceitunas arrugadas para hacernos una ensalada.

Tantos años viviendo tierra adentro, me sorprende la frescura de los pescados en el nuevo mercado -que no me gusta- donde nos proveemos de todos los bichos necesarios para hacer un buen arroz. Peces recién pescados, seguramente esa misma noche, y hoy es una apoteosis de pez limón, que anda de oferta.
El arroz sale muy bueno y repito desdeñando la previsible subida de azúcar pero lo que me transporta es la ensalada de bacalao, naranja, aceitunas arrugadas y un toque de aceite como ya sólo es posible tomarlo aquí. Nada que ver con esas excelencias embotelladas y vendidas a precio de gran vino; este es mucho mejor porque sale de verdad de un primer prensado en frío y la claridad le viene por decantación natural.
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Esta tarde noche se repite velada musical pero en el patio de J; «Las veladas del limonero» apunta AG. J nos cantará con esa extraordinaria voz suya, tan rotunda y bien timbrada y estarán otros músicos. Algo ha pasado en este pueblo con el cambio de gobierno. Nos estábamos aburriendo mucho y la gente no tenía ganas de nada mientras que ahora -a saber por qué- la gente se anima y está dispuesta a pasarlo bien.
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El estilo es el mayor ocultador de vicios que tiene el artista a su disposición. Los grandes carecen de estilo porque el estilo son ellos mismos, de modo que no hay estilo sino caligrafía.