Gai saber

 

 

Todo aquello que existe, dijo. Todo cuanto existe sin yo saberlo existe sin mi aquiescencia. Dirigió la vista hacia el bosque oscuro y señaló con la cabeza a los especímenes que había reunido.

Esas criaturas anónimas, dijo, pueden parecer insignificantes en la inmensidad del mundo. Y sin embargo hasta la más pequeña miga puede devorarnos. La cosa más insignificante debajo de esa roca ajena al saber del hombre. Solo la naturaleza puede esclavizarnos y solo cuando la existencia de toda entidad última haya sido descubierta y expuesta en su desnudez ante el hombre podrá este considerarse soberano de la tierra.

¿Qué es un soberano?

Un amo. Amo o patrón.

Entonces ¿por qué no dices amo?

Porque es un amo muy especial. El soberano manda incluso allí donde hay otros que mandan. Su autoridad suprema anula toda jurisdicción local.

Apoyó las manos en el suelo y miró a su inquiridor. Esta es mi pertenencia, dijo. Y sin embargo hay aquí multitud de zonas aisladas de vida autónoma. Autónoma. Para que yo la posea nada debe ocurrir en ella al margen de mi providencia.

Estaba sentado con los pies cruzados. Nadie puede hacerse conocedor de todo cuanto hay en la tierra, dijo.

Inclinó su enorme cabeza. El hombre que cree que los secretos del mundo están ocultos para siempre vive inmerso en el misterio y el miedo. La superstición acabará con él. La lluvia erosionará los actos de su vida. Pero el hombre que se impone la tarea de reconocer el hilo conductor del orden de entre el tapiz habrá asumido por esa sola decisión la responsabilidad del mundo y es solo mediante esa asunción que producirá el modo de dictar los términos de su propio destino.

No sé qué tiene eso que ver con cazar pájaros.

La libertad de los pájaros es un insulto. Yo los metería a todos en el zoológico.

Menudo alboroto,

Sonrió. Sí, dijo. Incluso así.