Chíviri, chíviri

 

Un crítico, hace muchos años, visitando una exposición.

Un crítico, hace muchos años, visitando una exposición.

 

Fue un Chíviri ahogado, más que pasado por agua. Todo el día lloviendo y con rabia. Cuando salí para echar un vistazo, sobre las siete de la tarde, seguía lloviendo a cántaros y el espectáculo era patético: los músicos tocando incansablemente bajo la carpa y un montón de borrachos, sucios y maleducados, bajo los soportales. El ansia de fiesta, de juerga, de emborracharse en grupo.

Siento mucho respeto, aunque no comparto el vicio, por los borrachos solitarios. Los que se atornillan en silencio a la barra y se van quemando el hígado muy despacio pero sin fatiga. Eso que llaman un barfly, una mosca de bar.

Sin embargo, ningún respeto por los de la borrachera en grupo, que son los mismos que arman ruido, gresca, tiran las botellas y los vasos al suelo o se orinan en los portales o zaguanes.

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Educación y civismo son términos colectivos, cultura es siempre término individual. El Estado debe meter dinero, todo el que pueda, en la educación. Andando el tiempo obtendrá civismo y cultura. Así pues, todo el dinero para educación, ninguno para la cultura. Hay que dejar de santificar la cultura y de que el Estado intervenga en ella de la única manera en que, hasta ahora, sabe hacerlo: manipulándola.

Escribí un artículo sobre este asunto en un periódico madrileño que cerró hace años. Era el principio de la década de los ochenta. Política cultural no, venía a decir. Son términos contradictorios. Lo asombroso es que la intervención estatal sobre la cultura, viniendo de regímenes totalitarios, haya hecho tanta carne en la derecha. Si me apuro, hasta en los liberales.

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Lo más inteligente y cierto que he leído sobre el estilo fue escrito por Ortega en la citada y manida frase de que el estilo es el hombre. Debió precisar algo más el maestro en el erial puesto que hay tanta gente que sigue sin entenderlo. Un viejo historiador del arte lo expresaba de otra manera, referido a las naciones: de un pueblo guerrero sólo obtendrás espadas.

No hay más estilo que el hombre. Muy cierto porque, al final del horizonte, lo que hay es caligrafía y carácter. De un jeremías sólo obtendrás jeremíadas.

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Todos los artistas tensan y empujan la cáscara de la identidad y la diferencia. Freud, hoy denostado cuando no prohibido, sabía que todo avance tiene su base en dos elementos: repetición y diferencia.

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Saber distinguir entre la guerra y el guerrero. Certera frase oída en la tele a un ex-combatiente norteamericano en Afghanistan, comparando esta guerra con la de Vietnam.