Escuchando el pasado

 

BWExpress

 

Ninguna Feria del Queso como esta que ha organizado mi buen amigo PS. Más internacional que nunca, mayor presencia de artesanos y la calidad de los quesos rayando la perfección. Esos productos de la Serra da Estrela u otros como el picante de cabra, todos portugueses. La maravilla caprina de la Sierra de Guara, por no citar todas las variedades puestas en el mercado por mis paisanos. Me siento orgulloso de haber contribuido al nacimiento de esta iniciativa cuando echó a andar.

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Estupenda película La caza. Sobria, sin aspavientos, con un guión perfecto y una puesta en escena sencilla y eficiente. El trabajo del director, Thomas Vinterberg, es ejemplar y lo mismo puede decirse del gran actor que descubrimos, Mads Mikkelsen, al que siempre habíamos visto haciendo de malo, sin articular palabra y con cara de palo. Nada de eso aquí, aunque no gesticula ni por un momento. Da el papel con una convicción total. A no perderse la película ni la escena final.

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Recuerdo con afecto a algunos de mis alumnos en BB.AA. Pocos, no más de cinco de los varios centenares que pasaron por mis manos. La mayoría eran un montón de optimistas mal encaminados y sus profesores una panda de mediocridades. Aquello podía parecer en ciertos momentos un manicomio de esfuerzos desviados y fuera de toda razón. La gente suele llamar locos a los artistas pero la mayor parte de aquellos alumnos parecían incapaces de vivir esa clase de locura. Eran unos locos, sí: pero en el sentido más inadecuado de la palabra.

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Es habitual que los escritores vivan en el pasado, así que parecen decirnos: ¡Escuchad mi pasado, es mucho más importante que mi presente!

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La sociedad, al menos la parte que podría llamarse artística, vive con verdadero alivio la muerte de un artista aunque visto desde fuera pudiese parecer lo contrario. Marchantes y coleccionistas respiran aliviados: ya nunca volverá a interponerse entre los intereses comerciales y su obra.

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Entre los hechos y la memoria que guardamos de ellos suele interponerse una pantalla en la que se proyecta una película que desvirtúa aquellos y los convierte en material freudiano. Como sucede en el arte, tampoco aquí se puede hablar con propiedad de razón u objetividad, algo que debería ser reservado en exclusiva para la ciencia.