Algo más discreto

 

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Ayer estuvimos viendo la película sobre Hannah Arendt. No me gustó especialmente y no creo que este biopic vaya a hacer de la pensadora alemana una figura popular. Yo tenía un problema, además, pues la actriz que la interpreta tiene algo más que un aire a una artista moderna a quien traté bastante durante un tiempo, y como aquella no me caía ni medio bien va de suyo que esta tampoco. Esa boca en forma de lombriz, imposible.

Son tan conocidas las posiciones de la Arendt en el proceso contra Eichmann, y se repiten tanto en la película, que uno hubiera deseado que el tema cayera en Hollywood y un director menos ilustrado le hubiese metido unas escenas con puñetazos, unos tiros, nazis, el Mossad intentando envenenar a la filósofa… qué sé yo. Tremendamente aburrida y tan letal como el propio Eichmann.

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La mayor parte de lo que se dice sobre Dios es un chapoteo en charca de ranas y tiene más que ver con intentar prescindir de él que con elevarnos un poco. Con nuestra incapacidad y suficiencia contaminamos su naturaleza reveladora y asombrosa.

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Parece que el efecto placebo se eleva en las pruebas clínicas al treinta por ciento; es decir, los investigadores deben descontar ese porcentaje para conocer la eficacia de un medicamento. A mi pobre abuela, cuando ya no había remedio para su cabeza, le daban pastillas de sacarina y ella pensaba que aliviaban mucho su malestar. Poseemos en nuestro organismo drogas tan potentes que podrían sanarnos pero en cantidad insuficiente para hacerlo. Resulta una paradoja cruel.

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Podemos actuar como si nada nos asombrase pero también hacer lo contrario. Lo malo es que del asombro al susto hay un recorrido muy corto y no debe ser bueno vivir permanentemente asustado.

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Lo más del arte moderno es el reduccionismo, que no sólo es una actitud sino un programa completo. Como el arte refleja a veces la vida de un modo entrecortado y agonista, coincide con otras disciplinas en rebajar el misterio de lo humano a la promesa de un materialismo trascendente. Pretende explicar los sucesos del mundo espiritual por medio de patrones de actividad neuronal y tal idea, si no es superstición, se le parece mucho. La misma gente que sale aullando ante la impertinencia estúpida de una obra de arte conceptual comparte ideas con ella en relación a lo espiritual.

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No resulta difícil para un joven con algunas dotes pictóricas abrirse camino hoy en día siempre que haga realismo y lo haga apretado, es decir, con mucho detalle. Si no el triunfo, que depende de otras voluntades y manejos a los que no se tienen acceso, podrá vender su pintura y vivir de ella. Hay mucha gente repartida por el mundo que está deseosa de gastar su dinero en cuadros que aguanten unos años en la pared.

Para mí es tarde pues me gusta lo suelto y sugerir el detalle más que ponerlo. Me aburro mucho si tengo que hacer bordados con el pincel y despertar la admiración de los bobos es algo que no me atrae.

El circo en el arte, el más difícil todavía, no es asunto nuevo ni de ahora. ¿Qué es el desafío de Apeles más que la admiración por el circo? Cuando era niño y ya me gustaba dibujar me encandilaban las historias de pintores que me contaba mi tío A. Más que historias eran leyendas que a saber de dónde venían pues colocaba juntos, en el mismo estudio, a Velázquez y Murillo. El asunto era una mosca muy bien pintada con la que uno engaña al otro, que le da un manotazo llevándose la pintura. Siempre ganaba Velázquez pero lo que me deja suspenso, además de la suposición de que Velázquez pintase moscas en sus cuadros, es que se trata otra vez de Apeles y Zeuxis. Eso en la vega granadina.

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Me divierte bastante saber cómo ha ido evolucionando en estos treinta y tantos años el conocimiento acerca de la técnica y la paleta de los grandes maestros. La de sustos que se han llevado quienes pensaban en cosas raras. He leído tanto al respecto en aquellos años que me da risa ver a la gente enganchada todavía a las recetas absurdas de Maroger, Doerner y otros espantajos sin capacidad personal para ensayar convincentemente lo que afirmaban en sus libros. Si lo hubieran hecho, habrían sido más discretos e incluso puede que no escribieran tales tonterías. Pero más risible todavía es que haya pintores jóvenes que tomen eso por la verdad revelada cuando las evidencias marcan el camino opuesto.