En manos de cualquiera

 

Detalle 5

 

La línea que separa la justicia de la venganza es demasiado fina para dejarla en manos de cualquiera.

*

Dice el fotógrafo Shore que no cree que los artistas del pasado se plantearan hacer grandes obras, que éstas son el subproducto de sus indagaciones. Es un punto de vista bien moderno, afín a toda la charlatanería del investigar o del experimentar por pintar. Una vez más la faramalla tiene origen en Picasso.

Por supuesto que los artistas del pasado fueron plenamente conscientes de estar haciendo grandes obras. Señalo a mi interlocutor que en el desafío para pintar sus respectivas versiones de La batalla de Anghiari en el mismo muro -sólo separadas por una puerta- Miguel Ángel y Leonardo dieron lo mejor de sí mismos y se esforzaron para poner en pie dos pinturas que fueron el asombro de su tiempo.

No recuerdo un solo caso de gran obra donde el pintor no se planteara desde el principio poner en pie un complejo entramado de representación e ideas. Para seguir hablando de Velázquez conviene citar al respecto La rendición de Breda. En la interpretación proto-impresionista o realista de la pintura velazqueña, según la cuál es un genio porque pinta con total acierto lo que tiene delante, esta calculada obra pasa por ser una escena prácticamente arrancada a la vida real. Sin embargo Velázquez nunca estuvo en los Países Bajos -obviamente- y su documentación proviene de dos fuentes: la coincidencia en el barco que lo lleva a Italia con Ambrosio de Spinola y un grabado del francés Callot más o menos orientativo sobre el escenario en el que tuvieron lugar los hechos. Pudiera ser que tomara algún apunte de la cabeza del general español y que éste le contara los pormenores del sitio y rendición.

Pero vamos a la sustancia. La obra es muy celebrada porque representa -dicen- la grandeza de quien, en lugar de humillar al vencido, lo trata con honor. Pero hay una lectura bastante más sutil que puede hacerse: Los españoles hemos vencido, Justino de Nassau, porque no sólo somos más poderosos militarmente sino también más grandes de alma. Esto es: una victoria completa, rotunda y por goleada.

Para poner en pie la obra, el gran pintor tuvo que echar mano de todos sus conocimientos compositivos y de bastantes figuras tomadas del natural. Hay algún arrepentimiento muy revelador como el de alargar las picas o lanzas que dan sobrenombre al cuadro.

De las pinturas de batallas hechas por otros artistas no podía servirle ninguna pues su particular modo de interpretar los hechos no atiende a lo habitual para el común de los pintores: el fragor, humo y movimiento están al fondo, tan alejados de la escena principal que sólo pueden ser accesorios. El momento escogido para la representación es marginal: todo lo importante ya ha sucedido y sólo falta la entrega simbólica de las llaves de la ciudad.

El cuadro funciona geométricamente con la precisión del motor de un Rolls, no hay ningún elemento -ninguna pieza- que no encaje con los demás. Podría decirse que es una pintura de alta precisión compositiva, que utiliza las enseñanzas del llamado Barroco Internacional o Gran Barroco pero sin las evidencias -los guiños y codazos al espectador- de éste. No sé dónde quedaría ante una obra así la afirmación de Stephen Shore, excelente fotógrafo por otra parte. Qué búsquedas, qué indagaciones ni qué niño muerto: tan seguro estaba Velázquez de estar levantando una gran obra que no tuvo reparo en disimular un autorretrato (reproducido arriba) entre los personajes secundarios.