Círculo Recreativo

 

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Un resbalón lo tiene cualquiera: la tiorba no es un instrumento típicamente español sino todo lo contrario. El desarrollo de la vihuela y la guitarra en nuestro país, instrumentos de caja plana, se debe al rechazo del laúd, identificado como instrumento de los invasores árabes. El laúd de caja redonda se difundió por toda Europa –menos España y sus colonias– desde Italia. Aquí lo dejo.

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Un amigo nos manda a comer en el Círculo Recreativo. Tiene una bonita entrada, con los consiguientes materiales: mármol, estuco, bronce y buena madera. Todo brilla y una dama que no cumplirá los 60 nos pide unas chaquetas que no estamos en condiciones de darle pues vamos en mangas de camisa. En otro tiempo no nos hubieran dejado entrar pero el sincorbatismo se ha impuesto y no hay otra si quieren hacer caja.

El restaurante es feo pero con mucha época. Me importa más la época que la fealdad. Lo segundo es opinable mientras que la época nos transmite el aire de un tiempo ido para siempre y eso me agrada. No hay carta, sólo cocina del día. El pescado es fresco y lo sirven en su punto, que es discreto y monacal. Muy barato, al poco rato están las mesas llenas de comensales. Familias y solitarios que comen una vez al día porque ya no pueden pagarse la criada pero siguen prefiriendo que les sirvan. Por la noche se arreglarán con un vaso de leche y unas galletas. Los menos torpes harán una tortilla o abrirán una lata de sardinas. Tal vez un huevo cocido.

En una esquina come malamente una mujer muy mayor. Su ropa permite saber que dispone de posibles. Será asidua pues los camareros saben qué pueden o no pueden servirle. La cuidan y ella se lleva a la boca pintada bocados pequeños y parsimoniosos que tarda mucho en masticar. Al salir veo en sus ojos aguanosos los restos de una mirada vitalista y fuerte. No es una loca de Chaillot pero se le parece.

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El Greco y la pintura moderna. Otro pretexto para establecer relaciones falsas, basadas en una imitación formal muy depauperada. Lo importante es abrir la veda y que los modernos se midan con los clásicos para que el personal vea que todo es opinable y que tenemos derecho a una piel bella (sic). Los derechos, de eso se trata.

Falta preguntar por qué esta guerra tan cruel entre museos. Nos convencieron de que era necesario que el arte moderno tuviera su propia historia, genealogía y museos. Ahora que tiene todo eso y más, los del Prado se ponen a quitarle clientes al pobre Villel. Asunto de venta de entradas: el que más silbe, capador. En una sociedad que derrocha dinero público a espuertas, que financia estupideces que avergüenzan, se ponen cicateros y exigentes cuando se trata de demostrar cómo se gasta en los museos.

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En un terreno sembrado de idiotas sin ideas, Pablo Iglesias parece muy inteligente por el hecho de tenerlas. Malas, perversas, pero las tiene. Los políticos españoles, que fueron gente más o menos dotada de ideología, han terminado por no interesarse más que por la parte más fea de la política: cómo llegar y mantenerse. Iglesias tiene una idea muy clara del mundo, de qué haría él con nuestras vidas y haciendas si le diéramos el poder. Eso es lo que lo hace tan peligroso pues comparte con sus correligionarios del pasado el amor por hacer ley de su palabra. No creo que le temblase el pulso llegado el momento.

Añado tras leer unas declaraciones suyas: dice no haber asesorado a los chavistas para reprimir ni golpear a nadie. Y no se corta ni baja la mirada, como si aconsejar al tirano no llevase implícito el crimen.