Ha muerto un buen amigo. Que lo haya hecho con muchos años no me consuela de su pérdida. Querido Martín: estoy seguro de que te has salvado porque los hombres como tú no pueden habitar el No Ser.

¿Qué me queda de ti? Una voz en el teléfono durante el último cuarto de siglo y el libro que me legaste. Cuando lo veo en mi vitrina de cosas queridas pienso que debió terminar en manos de tus hijos. Tú sabrás.

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Leo que la gente habanera, al tremendo ¡Patria o muerte! fidelista, le dio por oponer un ¿Y por qué no patria y heriditas leves?

No falla: un pueblo que ama la vida es un pueblo lleno de sentido común.

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Tiene tan mala suerte –o tanta puntería– que siempre que se sienta en un pajar se pincha con la aguja.

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Preguntan al sacerdote cómo juzgará Dios a los niños del trópico que comienzan a tener relaciones sexuales apenas con doce años y responde: «Los juzgará tropicalmente».

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Las cartas sólo importan si no sabes jugar.

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¿Dónde lo habré leído? Si tu cabeza dice una cosa y la vida dice otra, la cabeza siempre pierde.

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Esto sí, apunté que es de Gardner: Si dos dinosaurios se uniesen a otros dos dinosaurios en un claro del bosque habría cuatro dinosaurios aunque no hubiese allí ningún hombre para contarlos y las bestias fuesen demasiado estúpidas para saberlo.