Relojes contra el tiempo

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Las más de cien aguas minerales que brotan en la Serranía de Cuenca demuestran que la pureza no solo existe sino que puede hacerlo bajo diferente ubicación y forma.

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Dicen los afganos: «Tenéis relojes. Nosotros tenemos tiempo». Ganan ellos, seguro.

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Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando.

Ruiseñores, canarios, jilgueros y verderones han gozado siempre de mucho prestigio entre los poetas. Sorprende.

Hay gente alérgica a las aves y seguro que los amantes de los gatos preferirían que el poeta hubiese escrito: Y se quedarán los gatos maullando. O los caninos: …y se quedarán los perros ladrando.

Hay cosas que están escritas en el viento y te pegan en la sien.

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Encuentro en el Leclerq con J. En sus años de restaurador fue el mejor que tenía El Prado en cuestión de pintura flamenca. Su trabajo con los Rubens continúa siendo ejemplar.

Me ha dicho un par de cosas agradables sobre mi pintura y manifiesta interés por ver las últimas obras. Me siento halagado.

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Fracasos y triunfos son cosas de jóvenes. Al doblar la esquina de la última calle ya sabes que todo eso es tontería y deja de interesarte.

La vida es un escandaloso fracaso, siempre termina mal.

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No soy yo quien lo dice:

«Picasso es feo, pinta un mundo horriblemente deformado porque su alma es fea. Es todo lo que se puede decir de Picasso, no hay ninguna razón para seguir favoreciendo la exposición de sus lienzos, no tiene nada que aportar, no hay ninguna luz en él, ninguna innovación en el modo de organizar colores o formas; en suma, no hay en Picasso nada que merezca señalarse. Solo una: estupidez extrema y un pintarrajeo priápico.»

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En su momento te haces consciente de que se puede terminar un cuadro más o menos bien y escribir una frase correctamente pero no está en tu mano terminar bien la vida.

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Giorgio Morandi es un pintor aburrido. A los modernos nos dio por verlo como el ápice del despojamiento místico, proclamando que se trata de gran pintura aunque la realidad es otra: tesitura cromática muy corta y un mundo obsesivo y asfixiante.

Veo la sonrisa de suficiencia: la reducción es voluntaria. Hay tantas cosas poco interesantes que también son puro voluntarismo…

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Para el cambio de régimen era imprescindible que la derecha fascista se olvidara del pasado aislando a los elementos reacios y apoyándose en quienes podían dar el paso suicida. La izquierda de pasado revolucionario hizo otro tanto y se pudo cambiar a mejor la vida de España.

En uno y otro lado quedaron frustrados y ofendidos. La crisis económica y la corrupción del sistema han desencajado la mandíbula de los hijos de aquellos fascistas y partidarios del bombazo, hoy funcionarios en buena parte.

Era estupendo hacer la revolución, cualquier clase de revolución, con los pies calientes, el estómago lleno y amigables compañeros de cama y aventuras.

Salvo los vascos, con su tendencia a la desmesura, era una lucha bastante aterciopelada y sin la menor intención real de compartir nada que fuera más lejos del olor a pies y sobacos.

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El revolucionario de salón es un cáncer. Su perfil puede ir del astro de cine al cantante pero suele tratarse de funcionarios con el sueldo cubierto. No tienen nada que perder, al contrario que los trabajadores, pues si algo necesita el estado totalitario es gente de su condición.

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Descubro en ‘El mapa y el territorio’ –además de la afición por la ironía desencajada– que al autor le pasa con las parkas Camel Legend lo que a mí con un viejo Barbour negro que tampoco se fabrica ya: no es mejor ni más bonito sino que lo hicieron pensando en mí sin saberlo.

Este invierno he visto que la braga de albañil en forro polar va perfecta para suplir su único defecto, que consiste en no proteger bien el cuello y las orejas.

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