Cuándo se acabarán las palabras

 

 

Mirar el teclado y pensar cuándo se acabarán las palabras.

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La mayor parte de lo que se escribe, compone, pinta o fotografía no tiene interés, no aporta nada a las personas, más allá de la auto-satisfacción de quien lo hace.

Por lo mismo lo que tú escribes, compones, pintas o fotografías puedes ahorrártelo y nada se pierde.

Con el acabarse de los oficios y la tiranía de la democracia digital nadie es escritor, compositor, pintor o fotógrafo porque todo el mundo lo es. Y lo que abunda tanto no puede individualizarse. Sólo el tiempo.

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Y se echó a llorar con cuajo, duramente. Eran amigos al final de la adolescencia y pasó medio siglo. Ella sí lo reconoció, a saber por qué. Él no y, cuando le dijo quién era, no pudo contenerse.

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Lo más y mejor de Van Gogh es la intensidad: cuando no está loco pinta como si le fuera la vida en ello. En tal sentido es el reverso de Picasso, cuya primera intención es la habilidad.

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Leído: ‘Quema lo que amas, adora lo quemado’. Muy fuerte pero es la vida misma, al menos la vida inmediata.

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Sin duda es más contundente ‘Un fotógrafo asesino‘ que ‘Un asesino que fotografía a sus víctimas’. Lo primero es periodismo, lo segundo podría ser el comienzo de un relato. Los hechos caen del lado de la segunda frase.

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Como en otras obras de Courbet, la intencionalidad es más importante que los valores pictóricos. Me refiero al hoy famoso cuadro, –sin mayores méritos que el de una ilustración cruda–, ‘El origen del mundo’.

Va con los tiempos: al valor profundo del arte lo ha sustituido el relato (sic), la ilustración, lo más epidérmico que puede contener una obra pictórica.

Naturalmente, es el anecdotario: que si la compañera de Whistler (el modelo para el Elstir proustiano), Alí Bey que hace posar de ese modo a una prostituta, el hecho accidental de que perteneciese a Lacan. Demasiados boletos para que la estúpida opinión actual sobre el arte no lo entronizase como obra maestra.

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Si hay algo tonto es un pintor naif, aunque gana de calle aquel a quien le gusta esa pintura.

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Quien de verdad ama la pintura no espera que parezca fotografía. Es tremenda perversión del gusto.

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El Picasso pintor no me molesta ni altera. En general me interesa poco su pintura, de cualquier ‘época’.

Detesto de todo corazón al Picasso Destructor, esto es, al utilizado –con permiso del artista– por el comunismo, convertido en azote y castigo de todo pintor que amara la tradición, que quedaba condenado –por el solo hecho de existir Picasso– al más completo de los ostracismos. Fue tremendo corruptor y, tras llevarse estupendamente con la oficialidad nazi en el París ocupado, decidió que lo más conveniente y seguro era afiliarse al comunismo (estalinista sin más). Y denunciar a todos aquellos pintores que le pudieran hacer sombra, por poca que fuese, aunque las visitas de mandos nazis a su estudio deja bien claro que no fue molestado ni tuvo problemas para seguir pintando y celebrar su tertulia cada tarde.

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El comienzo del final de la vida puede ser muy triste pero, a nada que uno se empeñe, puede dar en sórdido.

La dificultad está en que ya conoces lo que viene, sabes el plazo probable de que dispones –si no hay contratiempos– y son pocas las fuerzas que quedan, tras pelearte cada día con la resta, para mantener alto el ánimo.

La dignidad personal, la elegancia en el acto de morir –pues la muerte no tiene nada de elegante– y la aceptación de la finitud. Sentir que volverás al crisol original y que todo lo que has hecho, sentido y pensado, carece de valor. Podría ser.

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La dignidad personal es interior, siempre. No depende del otro.

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A medida que mis comentarios en esta página se van haciendo más escasos y también más ácidos, acuden menos lectores. No es asunto que me preocupe.

 

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