Libro de reclamaciones

 

 

Cuando descubres que tus referentes juveniles, tus amigos de esa enfermedad que llamamos adolescencia, también acabaron como tú, con los pies de barro y el alma de hojalata.

*

Los sueños no necesitan del surrealismo. En este paraba a refrescarme en un bar de carretera. Me desnudaba en el aparcamiento, dejaba la ropa bien doblada en el maletero y me echaba al hombro una bolsa con mi cámara de fotos.

En el sueño la desnudez no suponía nada extraño y mi cuerpo estaba mucho mejor que ahora, por lo que entiendo era joven.

Mientras tomo mi refresco veo que una mujer, al otro extremo de la barra, está haciendo un dibujo en un cuaderno. Soy yo y no está mal dibujado. Es un apunte rápido, con lápiz grafito blando, un poco a lo Larry Rivers.

Me doy cuenta de que conozco a la autora: es la cantante Ana Belén. Me dice, algo apurada, que canta para ganarse la vida pero que lo suyo es el dibujo y la escultura. Cuando salimos a la calle juntos (yo sigo desnudo) en el suelo hay una escultura: es una figura yacente (soy yo) que está como su madre la trajo al mundo. Es de madera, una pieza entera en ébano o granadillo sobre la que me desperezo a escala 1:1. Vengan lacanianos.

*

Pintando se oye mucha música. Es difícil batir a un pintor en número de horas de música oída. Hasta que, por razones generalmente sentimentales, decides el silencio y ponerte a rumiar vida. A. ya hace tiempo que no pone música en el estudio porque se acuerda fuerte de los que se le murieron.

Yo sigo pero con música que no conmueva demasiado. El otro día puse unas obras de piano y tuve que parar el corazón un instante justo antes de apagar el cacharro, enjuagar los pinceles y salir al aire. Se amargó el día.

*

Leo a un columnista que admiro citar a Boni. Amigo fuerte, intenso, suavizado por Flores, durante un tiempo de la vida y después nada. Cuando te vas a la selva, como me decía Z., los amigos no van a verte pues han entendido tu exilio como desprecio de sus personas y medios de vida. Difícil entender a un solitario sociable.

*

Cuando te das cuenta de los precios que has pagado por las decisiones importantes también lo haces de que la vida no tiene libro de reclamaciones.

*

Nota para historiadores del arte interesados en la pintura del Barroco. Hay que estudiar la relación de Simón Vouet con Velázquez. El primero no sólo retrató al segundo en Italia sino que se ve la mano de Velázquez y su peculiar forma de pintar en su etapa de madurez sobre un retrato hecho por el francés. No está acabado, es un ejemplo de cómo meter las masas de color por grandes planos. Y las pinceladas en el encaje del cuello. No es la misma mano.

*

Las mujeres en su segunda adolescencia provocan la misma alegría que las flores en el monte, donde no se las espera. Un porque sí, un regalo gratuito y conmovedor.

Cuando entran en sazón, entre los 20 y los 40, son lo más bello que podemos contemplar, la obra de Dios más elocuente. Entre los 40 y los 60 son la mejor compañía para los hombres, su inteligencia complementaria, algunas de ellas. De los 60 en adelante vuelven a conmovernos hasta el llanto pues se convierten en Vanitas.

*

Esto que leo a un italiano: Cuoca in cucina, signora in salotto e puttana a letto. Spesso la donna italiana è cuoca in salotto, puttana in cucina e signora a letto.

*

El tío M. fue trotero hasta que encontró la mujer que le cambió el paso. Como la chica era muy joven, y muy guapa, un amigo de correrías le advirtió del riesgo y M., que era socarrón, contestó que prefería un bombón para dos que una m… para uno.

*

La función inmediata del retrato terminó con la aparición de la fotografía y su difusión in extenso. Compárese un retrato oficial del actual Rey de España con el ‘Felipe IV a caballo’ de Velázquez, que es –además de retrato– una alegoría del buen gobierno.

En la Holanda de los comerciantes de tulipanes apareció un género engañoso, acompañando al retrato: el tronie. Parece un retrato y algunos de ellos han emocionado tanto a los escritores como para dedicarle tiempo a pensar quién pudiera ser la persona retratada. No es nadie sino una demostración de los conocimientos del autor sobre anatomía del rostro humano. Seguían con ello una tradición que se remonta a las fuentes literarias del oficio de la pintura y a los maestros italianos del Renacimiento. Hoy parece que vuelve de mano de los pintores jóvenes.

 

 

***