Un optimista sin escrúpulos

 

 

Las evoluciones creadas por críticos e historiadores de lo moderno, una vez rota la tradición del taller, son todas falsas. Se basan en atisbos e iluminaciones de quien escribe más que en la realidad. Picasso no es la consecuencia y cúspide del proceso que se abre en el último tercio del siglo XIX al querer aplicar a la pintura elementos propios de otros campos no artísticos.

Miren esta evolución, tan acabada y completa: Monet incorpora conocimientos de la teoría del color elaborada por un físico; Van Gogh lleva la aportación al paroxismo e introduce la pulsión inconsciente (locura en este caso) en el acto de percibir y pintar lo real visual; de Van Gogh salen los Vlaminck y Derain que serán los padres del expresionismo abstracto norteamericano. Todo encaja sin fisuras, como un reloj suizo de alta precisión.

La historia es otra y está muy lejos de las premisas necesarias para que unos hechos azarosos adquieran la categoría de verdades. Pero hay que escribirla y la verdadera academia actual no está por la labor ni va a consentir que se rompa la cadena alimenticia.

*

Ante el mundo real la opción más razonable para un pintor es simplificar. El estado ideal, el que lleva a la maestría, es el que logra reducir el color visible a cuatro tintas. De esas cuatro tintas una, la principal, corresponde al tono local. Las otras son derivadas. Con cuatro tintas, si son las correctas en cada caso, se puede describir el mundo.

*

El resto es geometría que debe ocultarse, caligrafía personal que puede ser ágil o torpe. Esta parte no es imprescindible y, probablemente, ni siquiera necesaria.

*

Sobre una superficie inmaculada y clara –blanca o ligeramente coloreada– todos los colores, aun los sucios, funcionan bien si son aplicados en capa delgada. Dan el pego, que diría un castizo. El color comienza a ser complicado cuando se desentiende de sí mismo y asume su papel en la descriptiva. La pintura figurativa en transparencia desmayada se dirige a los fácilmente impresionables.

*

No pierdo el tiempo preparando mis lienzos, y ciertos colores, por aspiración de que sean más duraderos o por seguir la práctica de taller sino porque se pinta mejor sobre ellos. En el mercado puedes encontrar lienzos imprimados magníficos en cuanto al tejido –lino– pero la imprimación es acrílica –un plástico– que absorbe en buena parte la luminosidad de los tonos iniciales. En términos del oficio: trabajas para el lienzo en lugar de que él lo haga para ti.

Preparando tú mismo los lienzos te facilitas el trabajo aunque lleve tiempo: sabes la cola que aplicas y todo lo que viene después.

Palomino decía en su Tratado que un pintor hecho debe saber preparar perfectamente un lienzo porque sólo así puede juzgar si sus ayudantes lo hacen bien. Y son razones.

*

Los grandes pintores que he conocido también decían tonterías pero el cariño te hace callártelas.

*

En el arte podrá haber innovaciones, en la pintura no. En esta sólo hay cambios estilísticos y modas. Es indiferente que miremos un De Kooning o un Rubens: las reglas de la pintura son iguales para ambos, aunque uno guste o aburra más que el otro.

¿Qué diferencia a un pintor abstracto honesto –por ejemplo Zóbel– de Rembrandt o Turner? Que en el primero hay un proceso de condensación del tema o, si se quiere decir así, una reducción formal imprescindible. Incluso si el tema es el mismo (las diversas versiones que hizo el maestro hispano-filipino formado en USA del ‘Entierro marino’ de Turner) en las obras de Zóbel queda el esqueleto, la estructura formal, el eco o fantasma –si se quiere poetizar– del hecho figurado en Turner.

*

Aquel pintor hacía pintura medio ocre aunque llevaba un sombrero cadmio limón.

*

Aristides, el general responsable en buena medida de las victorias griegas en Maratón y Salamina, apodado el Justo por su conducta, fue condenado al ostracismo y exilio por sus conciudadanos. Un votante analfabeto que no conocía al héroe pidió a este que escribiera su nombre en la tablilla.

-¿Por qué lo condenas? ¿Ha hecho algo malo?

-No, ni siquiera lo conozco; pero estoy harto de que lo llamen el Justo.

*

La pretensión de construir el cielo en la tierra no es solo irracional sino muy peligrosa.

*

El revolucionario comunista es un optimista sin escrúpulos que pretende solucionar los problemas que nos acompañan a lo largo de la Historia destruyendo todo lo que se hizo para aminorarlos.

*

Para que una revolución comunista triunfe es imprescindible privar a la sociedad de sus mejores cabezas, de todos aquellos que destacan. Tanto Lenin como Mao se ocuparon personalmente de  que esta medida se realizase con eficacia.

*

Un optimista con escrúpulos puede resultar para algunos tremendo pesimista.

*

La peor perversidad política consiste en hacer creer a los ciudadanos que se está trabajando para solucionar los problemas cuando se está esperando a que se arreglen o desaparezcan solos.

 

***