Enemigo con defectos

 

 

Con esto de ir entrando en la vejez me siento como el ciego que camina por el borde de un precipicio dando bastonazos al aire.

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Mantienen mi interés la pintura, el amor, la música y las charlas sotto voce con el retrato que hice de mi difunto padre, que mantengo en el estudio a la vista. Siento curiosidad por la muerte propia.

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Como pinto para mí mismo, para aprender, y no tengo nada que justificar ante nadie, dejo salir a los varios pintores que soy, sin cuidarme de lo que llaman estilo pues, de todos modos, se trata de mi caligrafía con el pincel, de mis sentimientos y mi razón.

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La mayor diferencia cromática entre Rubens y Velázquez es que el español modula las carnaciones con negro en lugar de azul y donde el flamenco pone bermellón él pone tierra roja del matiz que llamábamos ‘tierra de Sevilla’.

De ello pueden sacarse conclusiones estéticas e históricas (la tristeza de la Corte de los Austrias, el temperado melancólico de la paleta española y así).

Lo cierto es que Velázquez, como pintor de Corte, no alcanzaba a ganar un sueldo que le permitiera usar pigmentos caros profusamente y los reservaba para las grandes ocasiones. Rubens, ya lo saben, fue el Picasso del Gran Barroco: millonario, celebrado y agasajado. Podía permitirse usar los más finos pigmentos.

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Siempre está bien abandonar el cuadro una larga temporada. Seca en profundidad y cuando lo ves de nuevo ya no es carne de tu carne sino un enemigo cargado de defectos que deben ser severamente corregidos.

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El pintor se cansa de los cuadros y debe abandonarlos de vez en cuando. Cuántos matrimonios fracasados hubieran sido felices de haber convivido sólo los fines de semana.

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El pintor no debe quejarse. Si la obra no gusta o no interesa es algo que no le concierne. No se pinta para agradar ni es la pintura una actividad económica, como en el pasado, con taller, ayudantes y aprendices. Hoy la pintura es democrática y todo el mundo se expresa: con pintar para casa es suficiente.

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En general me interesan poco los paisajes sin cielo. Si no está, al menos que haya agua que lo refleje.

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No hay obligación de enseñar nada a los demás salvo que te paguen por ello. No se va gratis al pescadero o al taller de autos.

Si enseñas algo que sea porque te da la gana o tal persona te caiga en gracia. Todo lo demás (la obligación hacia los otros, la cultura, etc.) son mandangas creadas por golfos.

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La pintura como actividad económica de altos vuelos está acabada aunque los muertos todavía no se hayan dado cuenta de que el balazo es letal. Permanecerá la de los cárteles porque pueden controlar los precios con ayuda de gobiernos e instituciones.

En la era del consumo masivo de imágenes ser pintor es como saber mucho de aquel grabador del Renacimiento del que sólo se conocen seis obras: te diriges a un público para el que la palabra minoritario va muy sobrada.

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Dice Gómez Dávila que en la sociedad futura sólo habrá criminales y bobos. En ello andamos pues los segundos se han adueñado del barco.

Por otra parte estoy seguro de que ambas cualidades pueden darse juntas, en gradación.

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Nada se aprovecha del mal salvo reconocerlo.

 

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