Ni risa, ni asco.

 

 

Calor fuera, fresco en el estudio y un gran ventanal por el que pasan las horas. El aceite que usaré este invierno recibiendo el sol, la mejor receta. Me da compañía una gata atigrada que L. encontró hace un par de años, cachorrilla, bajo un aguacero. Nos gustamos pero cada uno a lo suyo.

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El tiempo de la pintura ha pasado aunque dice A. que se abren huecos pequeños. Debe saberlo pues sigue vivo y en el mundo, puede observar desde su atalaya, que es estupenda.

En los setenta y los ochenta se vendía pintura porque las clases medias disponían de efectivo para gastar y era elegante tener cuadros originales en casa. Si no les alcanzaba para un cuadro grande compraban uno pequeño, y si tampoco una litografía o aguafuerte. Compraban y de ello vivíamos, pues las compras que podían hacer museos e instituciones era extras y no se contaba con ellas. Lo dijo Dalí, pintor que detesto, en su ‘Diario de un genio’: que te invite una marquesa a caviar es fácil, lo complicado es el potaje de cada día.

Aquellos burgueses, aquellos de profesión liberal, están arruinados o son mileuristas. Si necesitan decorar un piso que no es suyo visitan Ikea. Los grandes coleccionistas compran pero sólo inversiones que puedan defender, esto es, trufar para que no pierdan valor o lo aumenten. Se ha perdido, al menos es lo que veo y me cuentan, aquel afán por tener una obra de fulano o zutano. Ahora da igual, que les compre el Estado.

En USA, para los jóvenes realistas que han vuelto a la tradición, se ha abierto un tipo de mecenazgo simple, de bajo vuelo, pero que les funciona. ¿Qué necesita un joven pintor? Un lugar para pintar y hacer la vida, junto a un poco de efectivo para comprar materiales y tomar una cerveza al acabar el trabajo. Naves industriales abandonadas con una mano de pintura y un refuerzo de puertas y ventanas, algo de calor para el duro invierno y un aparte para dormir y cocinar. Más o menos lo que un fraile franciscano.

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En un cuento de Bradbury, creo, leído hace muchos años un piloto que atraviesa galaxias llega a cierto planeta desconocido. Su nave está seriamente averiada y él herido pero en el mundo al que llega la gente se dedica a la agricultura y los debates filosóficos. Son muy pacíficos y retroceden a la menor señal de violencia. Cuando advierten el peligro de las heridas del visitante aparece bajo tierra un mundo oculto a la vista, con tecnologías que hacen primitivas las del piloto.

Suele ocurrir que confundimos el interés por cuestiones más elevadas con desconocimiento de lo inmediato.

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Repaso notas y encuentro esta, que no sé si es mía o ajena, tanto da.

La maldad está al alcance de cualquiera; la maldad criminal es patrimonio de locos. La bondad es muy difícil y, en su forma más elevada, propia de la santidad.

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No, no llevo bien la vejez, claro que no. Demasiadas renuncias.

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¿Cuándo comienza el final? Barrie, el autor de ‘Peter Pan’, hace decir a uno de sus personajes que los dos años son el principio del fin.

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Espero no ser un viejo que provoque risa o asco. A partir de algún momento no estará en mi mano.

 

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