Mejor si son dos

 

 

 

Se van los besos lentos y las tardes calurosas. Llega el otoño.

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Una de las cosas que nos hace libres es opinar sin trabas. Leído por ahí: cuando la opinión queda sometida a la conveniencia tenemos siempre delante a un político, aunque su profesión sea agente de cambio y bolsa. Es una manera de dividir a las personas algo simplista aunque práctica.

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Si has de dar un paso atrás, nada de treinta o cuarenta años; que sea por lo menos de un siglo y mejor si son dos.

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Un liberal no puede estar a favor del aborto y la eutanasia, al margen de las ideas religiosas que tenga. Impedir la vida o terminarla son las decisiones más graves y trascendentes que un ser humano puede tomar, pues no le corresponden.

Permitir que lo asuma el Estado es otorgarle poder sobre la vida y la muerte, no sólo las de otros sino también la nuestra. En las ideologías totalitarias no atenuadas por la religión el Estado es todo y las personas siervos.

Cuando alguien defiende la idea contraria, que el aborto sea libre y que se pueda terminar con la vida de un ser humano, estamos ante un adorador de la tiranía.

Menos Estado también es menos aborto y menos eutanasia. Del suicidio nada digo pues sólo concierne al interesado.

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La razón más convincente para que los aficionados a la fotografía sigan utilizando el blanco y negro es que lo ven más artístico. Justo lo contrario que los maestros a los que admiran, que era por necesidad.

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Venció a los turcos en Lepanto y murió de unas hemorroides. La vida no acepta excusas, ni siquiera al final.

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Animales y sus emociones. En una habitación aneja a mi estudio hay una silla frente a una mesa en la que sentaba mi hija cuando estaba en casa trabajando en su doctorado. Normalmente es una habitación que permanece cerrada salvo que se necesite. En cuanto ve la puerta abierta la gata sube a la silla, se enrosca sobre sí y comienza a ronronear. Se siente feliz con el recuerdo, no tengo duda.

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No sé cómo se acaba un cuadro pero tengo algunas sospechas. Los pintores  del Quattrocento y del Cinquecento sí sabían cuando estaba acabado porque su actividad estaba tan planificada como la de un ebanista de taracea o cualquier otro oficio: primero va esto, luego esto y por último esto. Todos los pasos por su orden y la obra está acabada.

Velázquez o Rembrandt no podían obrar del mismo modo. En términos generales sí pero con un plan que podía alterarse.

El acabado –desde ellos– es subjetivo: lo das por finalizado pero podrías seguir, incluso deshacerlo todo y hacerlo de otra manera. Cuando ves que la imagen está equilibrada, que las partes que son principales están resueltas y las accesorias (los etcétera que decía Z.) no molestan la visión general puedes decir que se acabó.

Uno de los últimos cuadros pintados por Velázquez, –al menos el que se ha conservado de los últimos, el resto se perdió en el incendio del Alcázar– el ‘Mercurio y Argos’, ¿está acabado? Me parece que sí en la medida que cada cosa, cada plano, está en su sitio y la visión general de la obra discurre por donde el pintor parece desear que lo haga. Pero podría haber continuado, haber sido ‘más generoso’ –en palabras de un figurativo contemporáneo– y darnos más información particular. Es evidente que no le interesó hacerlo.

Rembrandt el grande, el posterior  a ‘La Ronda’, perpetuamente nadando en la duda, buscando materializar los sueños, acumulando pintura con la espátula para que los brillos resalten en luz de un modo físico, no fingido, al punto de que otro pintor dijo que en esos cuadros puede colgarse el sombrero en la nariz de un personaje. ¿Está acabada ‘La novia judía’?  Para poder contestar tenemos que admitir como válidas las ideas pictóricas del maestro, situarnos en su punto de vista mental, aceptar sus paradojas.

Para Rubens las cosas suceden de otro modo. Siendo el enlace obligado de la pintura flamenca, de impecable y organizada factura, con Caravaggio (en el realismo de los personajes) y de los venecianos (en la primacía de la visión natural sobre la ideal, de lo que vemos sobre lo que sabemos), el trabajo en su taller sí obedece a las reglas de lo bien manufacturado: división del trabajo en etapas y partes, ausencia de pentimenti y óptimo manejo de los materiales. En tal sentido es el Catón, como lo fue para Van Dyck y Velázquez en su tiempo.

Otra forma de acabar, completamente actual pero que nos llega desde el Romanticismo, es el cansancio. Los cuadros se acaban solos porque el pintor no ve cómo seguir. Se tiró a la corriente en uno de esos botes flotantes y ésta lo llevó, a su pesar. La única manera que tiene de acabar es bajarse y poner pie en tierra. O como se decía en el oficio cuando lo había: ‘Si con barbas San Antón, y si no la Purísima Concepción’.

 

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