La belleza es cara

 

 

La belleza ha sido siempre lo más caro, más que el oro y los diamantes.

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Una diferencia crucial entre el pintor de la tradición y el hiperrealista es que el segundo se somete a la realidad mientras el primero la utiliza. Someterse en el sentido más fanático del término.

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Si pintar tiene algo de cacería el pintor no debe seguir a un guía que no lleva a la comida. Lo mismo sucede con los movimientos del Arte Moderno: conducen a la nada.

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Juventud, divino tesoro que pasa deprisa, dejando el corazón mortalmente herido.

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A las personas sólo se las conoce del todo cuando se están yendo o ya se han ido. A la llegada todo es seducción para nublar la mente y anular el juicio.

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Cuando un pintor dice que su objetivo es innovar estás ante un farsante.

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Paradoja comunista: es obligatorio hacer con libertad lo que el líder piensa que debe hacerse.

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Tremenda ingenuidad creer que las artes, humanidades y moral social avanzan parejas a la ciencia.

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Para un pintor lo que llamamos ‘tono local’ (el color de la cosa) se compone del tono local mismo más la hora del día (luminancia y temperatura), más la influencia de los colores que lo rodean. Algo que puede resolver el ojo humano pero ningún aparato, por el momento.

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A veces me siento desanimado de seguir pintando cuadros para un mundo que ya no tiene interés en ellos. A todos nos gustan unas palabras bonitas de vez en cuando, un poco de comprensión. Pero sigo porque me gusta más pintar que no hacerlo, porque es lo mejor que sé hacer con mi vida y porque, sin más aspiraciones, terminarán haciendo un poco más amable la vida de alguien.

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Hay obras que se hicieron desde el principio para el museo o la nada. Como los últimos autorretratos de Rembrandt. ¿Qué comerciante holandés hubiera pagado por colgar eso en su casa, tienda o taberna?

Tampoco es fácil entender que el maestro, pobre como las ratas, gastase en lienzo y pigmentos lo que le faltaba para comer. Sin una voluntad de hierro, sin esa torpeza vital que lo acompañó siempre, no se comprende.

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No recuerdo el nombre del curador o curadores (no sé por qué adoptaron una palabra tan dada a malas interpretaciones, aunque imagino que por las connotaciones de comisario) al que se le ocurrió poner juntos en la misma sala a Velázquez y Manet. Sólo un historiador de arte únicamente atento a su currículum podía no ver el destrozo ocasionado al pintor de iconos del comienzo de la modernidad. Iconos gracias a Baudelaire y el resto de la tontería francesa, entre ellos Bataille y su influyente texto.

Manet fue un pintor de mucho esfuerzo, muy sudado para que pareciese ligero. Con mala formación académica, todo le costaba horrores y se nota. Degas, que sí la tuvo buena, le amonestaba: ‘¡El dibujo, señor Manet, el dibujo!’.

En el mundo relativizado de la modernidad eso no importa pero va un desgraciado y lo planta junto a Velázquez, que de niño dibujaba mejor y con más conocimiento de las formas humanas que el Manet maduro. Cuenta su suegro en el conocido Tratado cómo Velázquez adolescente tenía ‘cohechado’ (contratado) a un aldeanillo al que dibujaba en todas las posturas imaginables en el tiempo que le dejaba libre el taller. Eso me recuerda el testimonio de Manuel Calvo, un pintor nada proclive a alabar lo académico, sobre Antonio López con el que coincidió en el Casón del Buen Retiro cuando allí se guardaban los yesos clásicos y los aficionados podían ir a dibujar gratis. Decía Manolo que, siendo un crío Antonio (ingresó en BB.AA. con catorce años y entonces los exámenes eran durísimos) lo dejaba boquiabierto porque ya sólo quería trabajar sobre escorzos, la mayor dificultad técnica en el dibujo de la figura humana.

Retomo el hilo. Picasso, mucho más listo que Manet y con una formación peor todavía a pesar de las gallinas picassianas, supo desde muy joven que el asunto estaba en hacer cosas que no se pudiesen comparar, al menos a bote pronto. Tanto que se han podido exponer juntas las obras de Velázquez y Picasso y, descontado el chiste fácil, nadie se ha tirado de los pelos.

Picasso es moderno en la medida que es muy antiguo. Es un primitivo muy hábil, muy bien informado y con un sentido del tropismo que envidiarían los girasoles. Sus cabezones emparentan con los románicos y qué vas a decir de un románico.

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En el país de los ciegos el tuerto es rey. Un pintor como Lucien Freud es considerado una luminaria, un monstruo –en todos los sentidos– que sabe estar en la tradición sin menosprecio de la modernidad. Ja, ja y ja.

Es un pintor, me parece, apreciable pero estiloso, muy eficaz –y en eso es plenamente moderno– en el sentido de ofrecer al espectador una lectura única, sin la ambigüedad y contradicciones inherentes a las lecturas múltiples de la obra tradicional bien hecha. Hasta la luz que utiliza para describir es una, dura y sin matices.

Rembrandt, de quien parte, incluso en sus momentos más agrios es capaz de mantener el monstruo a raya.

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La categoría ‘amoral’ no existe ni siquiera, como creen algunas personas, referida a las relaciones sexuales. En el momento que hay dos personas involucradas, al menos, hay intercambio y ello implica moralidad.

Saltarse las reglas acordadas tácitamente no es amoral sino inmoral.

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Es muy penoso trabajar figura sin modelo y voy a tener que dejarlo por la cantidad de tiempo que me roba. En adelante sólo haré retratos de familiares y amigos próximos.

Dependo de la historia del arte, donde hay ejemplos que maravillan. En la pintura realista pero no fotográfica hay poses que son buenas y otras que no valen nada: la buena exposición del tema al espectador también tiene sus reglas y no todo vale pues la pintura –como la música–tiene deudas con la Retórica, que no es cosa de charlatanes sino de gente que sabe expresar sus ideas correctamente.

Velázquez usa uno de los Ignudi de Buonarroti en la Sixtina para su Aracne en la fábula habitualmente conocida como Las Hilanderas. A su vez, Miguel Ángel se basa en mármoles clásicos, y así se montan las tradiciones.

Pues eso, que ves una pose que te interesa pero no tienes modelo para estudiarla del natural y entonces viene un trabajo tremendo pues no quieres que sea copia y haces variaciones trabajando de memoria todo el tiempo, pero esquivando también que no sea mera anatomía pues no hay interés en esos pintores que saben mucha y se esfuerzan por demostrarlo, sacando músculos a relucir que sólo quedan bien en una revista de gimnasio. Por supuesto que conoces los resortes pero acabas metido en un jardín embarrado sin tener más elemento de consulta que cerrar los ojos y apelar a tu humor del día.

Salvo en los retratos, no me siento servidor del natural sino que el natural me sirve. Estoy en eso con Degas: tenerlo ahí para consultar pero no dejarse arrastrar y mantener la compostura que el arte necesita que, incluso en los grandes realistas como Velázquez, va antes que el intento de trasladar literalmente el modelo. La pintura es pintura en tanto que pintura y todo eso.

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El éxito de un pintor del siglo XVII se medía por la satisfacción del cliente o mecenas con la ejecución del encargo. No es que fuera un sistema totalmente justo (hay ejemplos conocidos, el principal ‘La Ronda nocturna’ de Rembrandt) pero se cometían pocos errores: el pintor que sólo servía para hacer cuadros para iglesias de pueblo tenía su mercado tanto como el pintor de Corte tenía el suyo.

Hoy, por el contrario, la peor desgracia es tener éxito (‘triunfar en vida’, decía un amigo guasón) pues quiere decir que pronto estarás pasado de moda y con serias dificultades de mercado.

Por ello el mejor consejo que se le puede dar a un joven aspirante es: aprende el oficio, no hagas caso de nada más mientras te formas con un buen maestro (en plural, pues ya nadie sabe el oficio completo) y vete de España, al corazón del Imperio. Allí la tarta es muy grande y, haciendo bien lo tuyo, podrás venderlo y vivir.

La alternativa, quedarte en España, pasa por asegurar que tu economía no tenga que ver con la pintura.

–Oiga, defina ‘aprender el oficio’.

–Me refiero al oficio tradicional. Es decir: dibujar yesos antiguos para encajar y modelar el claroscuro, preparar lienzos, aceites y colores, anatomía, perspectiva, teoría y práctica del color, reglas de composición, bodegón, figura y paisaje. En España no puedes seguir este plan de formación pero sí en Nueva York, lo que resulta curioso.

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Mientras un creador está vivo y tiene sus facultades físicas y mentales en buenas condiciones no lo des por enterrado. La historia nos proporciona grandes sorpresas con este asunto.

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El cielo está fuera de nuestro alcance pero los infiernos los elegimos nosotros. El mérito de una vida parece estar en no abrasarte del todo en ninguno de ellos.

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Cuando en una pareja tradicional el otro se queja de que no has cumplido con tus deberes, el principal de los cuales es dar compañía, todo está perdido. Poco importa que necesitaras la soledad pues también esta debe estar organizada y tutelada.

Es a propósito de uno que conocí que se fue una mañana de caza y en buena hora se le ocurrió.

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Un hombre sometido no tiene problemas. Una mujer tampoco. La equidistancia no se da en la naturaleza salvo en el periodo de enamoramiento, que es una alteración hormonal intensa como fase previa a la reproducción.

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Pregunta un pintor norteamericano: How can you paint sincerely in a cynical culture?

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Lo más ofensivo en un debate o discusión es que el antagonista elija mal las palabras.

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No me ofende lo más mínimo que no se me trate como pintor pues, desde que me retiré de escena, he insistido en no ponerlo por delante. No recuerdo haberme disfrazado de tal ni siquiera en los momentos más juveniles y exaltados. Me ha horrorizado que se pudiera decir de mí: ’Ahí va un pintor’ o ‘Ese tipo debe ser pintor’.

Como niño y hombre de campo –pese al intermedio urbano– he preferido fundirme con el entorno.

 

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