Los genios también lloran

 

 

Cuando te hacen cordón sanitario el primero que lamenta tu situación es el Judas.

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Toda pintura es una batalla, muchas veces tormentosa. Hacer género de ello parece redundancia.

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Sabido es que los generales victoriosos entraban en Roma con un esclavo que les recordaba su condición mortal. Yo lo traigo de fábrica, gracias seguramente a mi abuela materna, y no dice nada de muerte sino de gilipollez.

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La música en directo suele tener una intención didáctica o programática pero también, y es apropiado, el afán por ser aplaudido que, en todo caso, es reconocimiento al trabajo y talento.

Esto último hace que no siempre sean ese tipo de obras, habitualmente exaltadas o muy brillantes, lo que nos apetece oír en casa mientras descansamos, leemos o pintamos.

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Susurrar armoniosamente es bastante más difícil que lanzar gritos.

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Dios aprieta pero no ahora.

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El caníbal tiene sus razones aunque no las compartamos. Nunca hay que permitir que las detalle.

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Al periodista suele interesarle un autor si le sirve para la causa en la que esté peleando. Pasada esta, vendrá el siguiente.

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Las habilidades del mono. He puesto el móvil con un canto de jilguero. Al instante han salido del árbol, curiosos y a darle réplica, toda la familia que anida en él: cinco coloridos jilgueros silvestres.

Me acuerdo del pastor que hacía el chillo de conejo herido con una hierba doblada: los zorros de las inmediaciones acudían ciegos. Y de aquel mulero de la vega granadina que me paseaba de niño en el trillo y su habilidad para cazar vivo cualquier pájaro con una crin de su mula.

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Siendo buena parte de las esculturas del XIX más ricas y apuradas en detalles que las griegas, romanas y renacentistas, nos afectan menos. La causa, para mí, es sencilla y seguramente decepcionante para algunos lectores: los detalles particularizan y alejan, al tiempo, de las emociones comunes a todos. Si el empeño del clásico era ir de lo particular a lo general para representar la Idea universal, la del escultor del XIX recorre el sentido opuesto.

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Si un amigo es homosexual no es problema para mí pero la cuestión actual es si el hecho de que yo no lo sea es un problema para él.

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Trabajando fuera de la tradición es imprescindible asesinar al maestro.

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Para el pintor que retrata, la cara es infinita e inabarcable. Puede hacer unos borrones bien ordenados y que aparezca el retratado o seguir embebecido estudiando el último de los pliegues del rostro. Se ha trabajado en varias maneras, todas aceptables aunque parece que la vida, la de verdad, se escapa a medida que el detalle avanza.

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Los genios también lloran. En el siglo XX, con idea de terminar con los Dioses Fuertes cuyo culto llevó a la humanidad a dos terribles guerras y sustituirlos por los Hombres Fuertes, el concepto ‘genio’ se transformó aunque bien anclado a su origen romántico. En el arte el ejemplo perfecto es Picasso, capaz de hacer obras maestras en las servilletas de los bares o en botijos.

Estos días se estará exponiendo en la Casa-Museo Sorolla de Madrid lo que queda y pueda ser opinable de su enorme cuadro fallido ‘El entierro de Cristo’.

El gran maestro de la pintura al aire libre (por encima de cualquier otro pintor en ese tipo de pintura, antes o después) se esforzó duramente en Roma por sacar adelante un tema que no era para él: Cristo muerto es llevado sobre improvisadas andas, envuelto en el sudario, por un paisaje desolador en una escena que cuenta con las Santas Mujeres y San Juan.

El tema es hermoso y todo un reto. Reto en el que hubiesen triunfado Pradilla o Rosales pero imposible para una cabeza como la de Sorolla, más atento a la textura de la luz que al drama narrado. En la obra maestra no bien valorada que es ‘Y aún dicen que el pescado es caro’ el drama es intrascendente –el pescador herido– y la mirada vaga por el cuadro deleitándose con los matices de la luz y la fuerza pictórica.

Sorolla quedó muy decepcionado de sí mismo con su Cristo y terminó destruyendo el cuadro, del que se conservan algunas tiras y fragmentos, además de algunos estudios previos.

El genio de verdad, el que no está inflado por la ideología, los intereses del mercado y el ego abrumador del artista, es eso precisamente: usar el talento en aquello que le es natural y, para él, fácil de plantear y llevar a puerto. 

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Hace pocos años aún me seguía divirtiendo la polémica y buscar argumentos precisos. Ya pasó, hoy me aburre hacerlo y tiro por el inmediato «¡Váyase a la mierda!»

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Lo que va de Schubert al tambor hotentote es lo que va del Arte Moderno a la Gran Pintura.

 

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